CIUDADANIA FANTASMAL (12)

Historias sin Cuento

David Escobar Galindo

OSCILACIONES

Cuando se produjo la primera muerte sin causa visible, muchos de los lugareños comenzaron a sentir que había alguna fuerza desconocida haciéndose sentir en el ambiente. No tardó en darse otra muerte del mismo estilo, y entonces los comentarios pasaron del pensamiento al murmullo. Vino la tercera; y como dicen que la tercera es la vencida, el murmullo borbolló en frases que llegaban al estrépito. Una de aquellas frases parecía llevar la batuta:

—¡Si hay un nuevo cadáver, nos vamos todos de aquí!

Santo remedio. No hubo ninguna muerte enigmática en los meses que siguieron. Pero aquella normalidad tenía pálpitos recurrentes, que parecían ir tocando puertas y ventanas. Hasta que unos cuantos lugareños organizaron una especie de manifestación de protesta. Una de las pancartas ondeaba con letras fosforescentes:

“¡Mañana emigramos, porque no queremos encontrarnos de nuevo con la muerte: si ella puede, que nos alcance!”

EXPLICACIÓN CREPUSCULAR

Todo lo que sucedía en aquel ambiente daba la impresión de estar destinado a las horas nocturnas, porque durante el día nada parecía estar ocurriendo. Tanto así que las autoridades encargadas de monitorear el desempeño municipal en la zona ya estaban programando un tratamiento motivador. En un cierto momento, surgió el programa por hacer. Y el presentador se acercó a darlo a conocer. ¿Dónde? En un galpón suficiente. ¿A qué horas? Al atardecer.
Llegó la hora. Los lugareños iban apareciendo, con un ánimo evidentemente entusiasta. El presentador no pudo evitar el comentario:

—Yo vine a promover la animación ciudadana, pero veo que aquí eso es lo que sobra. ¿Qué pasa? ¿Podrían explicármelo para que yo no vaya a hablar en vano?

Nadie alzó la mano, pero una voz se oyó:
—Es que ya es de noche, y la noche es nuestro mundo. De día somos cuerpos acosados y de noche somos almas liberadas…

JORNADA PRIMAVERAL

Eran tres amigas que venían siéndolo desde la niñez, cuando coincidieron en el kindergarten del barrio donde habían vivido sus familias desde siempre. Ahora estaban en la primera etapa de la adolescencia, y las tres andaban ya en busca de sensaciones en el plano sentimental, por no decir carnal. Y entonces se puso en evidencia que sus aspiraciones eran muy distintas.

La de ojos claros quería un príncipe moreno. La de ojos oscuros quería un príncipe vítreo. La de ojos castaños quería un príncipe tornasol.

Y así fueron apareciendo los prospectos, aunque no en el orden deseado: el vítreo para la de ojos claros; el tornasol para la de ojos oscuros; y el moreno para la de ojos castaños. El desconcierto era visible, aunque no se concretara en palabras. Ellos parecían no darse cuenta.

Hasta que ellas, por impulso casi subconsciente, se acercaron a un psíquico en busca de orientación:

—¿Saben qué? Ya no se pierdan en malabarismos coloristas. Lo que ustedes tres andan buscando es un príncipe azul… ¿O no?

LECCIÓN INESPERADA

Las aves migratorias se alejan y retornan con puntualidad infalible. “Es su destino”, explicaba el maestro ante su auditorio infantil, que no parecía interesarse por aquello. Bueno, salvo aquel muchacho que daba físicamente la impresión de ser el menor de la clase. Él levantó la mano:

—Señor, ¿y qué es destino?
El maestro se quedó inmóvil, sonriendo. No estaba preparado para esa pregunta, pero de inmediato tomó la respuesta al vuelo:
—Destino es lo que hacen esas aves que van y vienen por el aire, sin fallar...
—¿Entonces todas las aves son iguales?
El maestro volvió a sonreír, con cierto nerviosismo.
—No, cada una es distinta aunque anden en orden. ¿Entienden, muchachos?
Ahora fueron ellos los que sonrieron, con el gusto de haber puesto al maestro en aprietos.

LA HUIDA INVEROSÍMIL

Desde que empezó a entrenarse espontáneamente como caminante solitario, allá en las zonas medianeras de la niñez, se fijaba en los perfiles de las viviendas y en las estructuras de los árboles, y de inmediato en las sombras que se proyectaban desde ellos. Tales sombras cambiaban según la hora del día, y eso le daba a la experiencia un toque exquisitamente natural.

La condición de vagabundo parecía una característica de su ser, y cualquiera hubiera podido pensar que por ello todo lo tenía bajo control; pero en algún momento se le comenzó a colar una especie de presencia desconocida. Y llegó el momento en que se animó a preguntar en voz alta:

—¿Quién eres: una fuerza del mal o una fuerza del bien?
La sombra se incorporó hasta quedar a su altura:
—¿No me reconoces? Soy tu propia sombra. Y soy del bien o del mal según tú lo decidas.
Él entonces, asustado, optó por escapar, aun sabiendo que esa sombra iría siempre a su lado.

LITURGIA PARA TRANSEÚNTES

Allí, al fondo, había una posada, la única de los entornos, y ahí tenían que pernoctar si no querían hacerlo al descampado. Se dividieron las opiniones:
—Somos peregrinos y ahora necesitamos descansar entre colchas y almohadas…
—Precisamente por nuestra condición de peregrinos tenemos que mantener la fidelidad con el paisaje, y no abandonarlo en ningún momento…
—Entonces, votemos.
—Vaya pues.

El resultado fue un empate, y así la decisión quedaba en manos del azar, que siempre encuentra vías para imponer su voluntad.

En esas estaban cuando se produjo el hecho que ninguno esperaba: una ola de frío intenso e insólito en aquel lugar y en aquella época del año los movió involuntaria y urgentemente a buscar algún refugio.
¿A dónde ir?
La posada estaba rebosante. Las casas del vecindario se hallaban cerradas. No había sitios públicos protegidos. Alguien casi ordenó:
—Vámonos al establo más cercano. En los establos pasan prodigios.

LLEGARON LOS GITANOS

El pueblo había sido tranquilo desde siempre, pero ahora había indicios de intranquilidad emergente. Nadie imaginaba, y mucho menos sabía, lo que se estaba anunciando. Quizás una invasión de habitantes de los cada vez más inseguros poblados vecinos. Talvez la reaparición de los antiguos bandoleros que de seguro habían estado escondidos en las montañas próximas. Acaso el creciente posicionamiento del pueblo dentro de la ruta turística…

Nada se concretaba, sin embargo. Hasta que aquel día de sol radiante y de nubecillas presurosas se comenzaron a ver caras desconocidas por los entornos. Uno de los habitantes más impulsivos salió al encuentro:

—¿Ustedes quiénes son y qué buscan?
Movimientos autodefensivos y expresiones cautelosas:
—¿Nosotros? Somos los dioses de antes, que por fuerza tuvimos que volvernos nómadas…

 


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