«Hemos visto chicas con intentos suicidas a raíz de abusos sexuales»

Desde organizar «baby showers» hasta hacerles entender a las madres que sus hijas sí están diciendo la verdad, que están siendo abusadas. La Unidad de Salud Mental del Hospital Nacional San Rafael se encarga, con sus limitados recursos, de brindar terapia a víctimas de violencia sexual. Las edades de los sobrevivientes del abuso van desde los dos años hasta la adultez. Y los agresores, explica una experta de la unidad, suelen estar cerca de casa.

Fotografías de Melvin Rivas
Autorreconocimiento. La artista Ariel Peña dona su tiempo en el hospital. Uno de los ejercicios se basó en hacer un árbol de familia y en este reconocer fortalezas y debilidades de los familiares y de la misma paciente. Fotografías de Melvin Rivas

La sala de espera de la Unidad de Salud Mental del Hospital San Rafael suele permanecer llena. Entre las sillas, hay personas que han sufrido violencia sexual. Hay adultos, pero también niños de dos años de edad. Para atenderlos –y brindar atención a pacientes con otros tipos de condiciones mentales– el hospital solo cuenta con tres psicólogos y tres psiquiatras. Ofrecen diferentes alternativas de terapia, pero la violenta realidad salvadoreña los confronta: no dan abasto. Maritza Anaya es una de las psicólogas del área y, después de hacer cuentas, acepta que ya ha llegado a atender hasta a 150 pacientes en un solo mes.

Para un hombre o chico es difícil venir y poder aceptar que ha sido abusado sexualmente. Ellos son encontrados cuando nosotros brindamos la atención psicológica por ansiedad, por depresión.

Maritza Anaya tiene ocho años de experiencia como psicóloga dentro del hospital. Aquí ha visto el trauma a los ojos. Ha atendido a niñas violadas por sus propios padres; y ha hablado con hombres que, tras varias sesiones, revelan que la causa de su ansiedad es un abuso que nunca pudieron denunciar.

Por la alta demanda, la solución que han encontrado los psicólogos del hospital es pedir ayuda afuera. A veces piden apoyo y donaciones para el transporte de sus pacientes, para un refrigerio o para brindarles otro tipo de terapia. Los recursos públicos que les son designados no son suficientes para responder a un país en trauma.

Desde su escritorio –en un salón pequeño donde solo caben tres personas sentadas– la psicóloga ayuda a explicar cómo brinda tratamiento a sobrevivientes de violencia sexual. Lamenta que los tiempos de espera para terapia individual se pueden llegar a extender hasta dos meses. Para mitigar la necesidad, comenta, han diseñado terapias grupales que se realizan cada 15 días. Además, sostiene que no hay un solo tipo de agresor. Los perfiles suelen ser variados: alguien de la familia, un pandillero, el pastor de la iglesia.

¿Hay signos por los cuales una familia puede intuir que su hija o hijo ha sido agredido sexualmente?

Sí, hay cambios conductuales. Ante una situación así hay una alteración de conducta. Ya sea que un niño se retraiga mucho, tenga muchos miedos, presente los típicos terrores nocturnos y el no querer acercarse a determinada persona. O todo lo contrario: muchas veces se vuelven bastante hiperactivos, agresivos y comienzan a tener conductas psicosexualizadas.

Las estadísticas dicen que el agresor suele ser cercano y que hasta el 70 % de los abusos suceden en espacios conocidos. ¿Eso coincide con la realidad de los casos que ven aquí?

Sí. Muchas veces han sido de esa forma. De hecho, ahorita el grupo que tengo que son ocho chicas más las familiares. Las mamás, muchas veces han traído un abuso sexual y nunca lo habían expresado. Es como una cadenita y ellas también están ahí dentro. Estamos hablando de 12 personas. Y los agresores han sido familiares en su mayoría: padrastro, tío, hermano, primos. Y muchas veces ya múltiples abusos sexuales.

Es decir que las historias muestran que el riesgo es del entorno cercano.

Sí, uno piensa que al ir a un lugar solo tiene más peligro. Yo creo que ahorita el peligro es que te puedan asaltar u otras situaciones… pero en cuestión de niños, que es donde más se mira, el peligro es en el entorno familiar.

¿Desde qué edad han empezado a tratar a personas por violencia sexual?

Ahorita hemos visto niños de hasta dos años que vienen con sospecha. Pero en la terapia de grupo yo tengo niños desde los cinco años hasta los 12, y otro grupo de 12 en adelante: adolescentes y adultas.

¿Cuál es la diferencia por género de los casos que ve?

De varones, en el mes estoy viendo cerca de cuatro o cinco casos y de chicas estamos hablando de cerca de 12: niñas, adolescentes y adultas. Hay muchas que lastimosamente están siendo violentadas o sufriendo y no lo logran expresar. La semana pasada vi cinco casos de violencia sexual. Tres adultas y dos niñas menores de edad. Todas mujeres.

Está marcado por género.

Es que para un hombre o chico es difícil venir y poder aceptar que ha sido abusado sexualmente. Ellos son encontrados cuando nosotros brindamos la atención psicológica por ansiedad, por depresión. Y no es como que vengan y lo expresen porque tienen miedo a que los llamen gays, a que los etiqueten. Esta sociedad tiene un machismo horrible. Entonces justo ese machismo hace que no lo puedan expresar.

Pacientes y terapistas. El hospital realizó una campaña en la que ilustra cómo las sobrevivientes de violencia sexual le ponen alto a las agresiones.

¿Hay un perfil de niños más vulnerables que otros ante los agresores?

Sí. Aquellos niños que tienen unos papás bien autoritarios y que carecen de parte afectiva. Cuando el agresor es más dadivoso, puede llegar donde ellos.

¿Se pueden identificar patrones de comportamiento entre los agresores?

Son personas que usualmente muestran ser de confianza, tienden a ser bien atentos. Generalmente intentan llegar siempre a la familia bien melosos. Hace poco tuve un caso en el que el tío llegaba donde su hermana a poderle ayudar con el agua, porque ellos viven en el campo. Pero él llegaba justo cuando las niñas estaban solas. Dos niñas: una de 12 años y la otra de ocho. Cuando sale la niña de ocho años, él se aprovecha de la de 12. Cuando esta niña es entrevistada y se le hace la evaluación, ella comenta que no había sido una sola vez, sino que todas las veces que él llegaba a ayudarle a la hermana.

Incluso dentro de los grupos familiares se puede llegar a minimizar la experiencia de abuso de la niña o adolescente. ¿Cómo explicamos esta negación dentro de los círculos de confianza?

Si ya un niño puede escribir o leer o dibujar, les aplico una prueba psicológica. Si es un niño menor, que no puede dibujar, generalmente la prueba es con terapias de juego. Si la sospecha es cierta, yo le hago conciencia al familiar de que lo que el niño está diciendo es verdad. También hay aquellas personas que se niegan, porque muchas veces ha sido su pareja la que ha abusado. Tratamos la manera de que pueda llegar a entender, ya que a veces encontramos ideas como: «ella se le metía. Ella andaba usando shorts. Ella lo provocaba. Ella tiene la culpa». Entonces buscamos a otro familiar que pueda ayudarnos en ese aspecto para que pueda concientizarse, ya que muchos de ellos también son víctimas de la misma situación.

¿Se tratan como víctimas secundarias?

Sí, les doy una tarjetita donde se les pone el nombre de la persona, el grupo de terapia a la que vienen, el día que les toca y la hora. Se les entrega tanto a las chicas como a los papás. Hay terapias en los que estamos juntos. Por ejemplo, ahorita estamos hablando sobre «mitos y realidad». Las chicas están adentro con los papás porque de esa forma también se van quitando muchas cositas que les afectan para poder salir adelante.

La mayoría de las chicas que están ahí han venido por interconsultas. Por emergencia han entrado aquí al hospital y les han hechos evaluaciones tanto médicas, ginecológicas o pediátricas, dependiendo de qué tipo de paciente sean. Entonces, posteriormente, vienen a Salud Mental donde se les da la intervención en crisis si ha sido antes de 72 horas la agresión que hayan vivido.

¿Se refiere al kit de emergencia por violación?

Sí, exacto. Se les da un kit con anticonceptivos, las terapias antirretrovirales que las reciben durante un mes y, posteriormente, estar chequeándolas por VIH durante un año.

¿Qué podemos hacer para que, si el abuso sexual sucede, los niños y las niñas denuncien?

Hacerles saber cuáles son sus partes íntimas o las partes privadas que nadie debe tocar. A veces los papás dejamos de ser amigos y comenzamos a ser solo autoridad para los chicos, entonces ahí perdemos la confianza de ellos y comienzan los miedos: «Si yo le cuento a mi papá o a mi mamá, ellos me van a regañar o se van a enojar». Hacerles conciencia de que no nos vamos a enojar si en algún momento pasara algo así. Que al contrario, los vamos a apoyar.

En ocasiones, en caso de abuso sexual, los agresores dicen que el menor dio consentimiento. ¿Esta figura puede existir en un menor de edad?

No. Lo que se da es estupro. Cuando un mayor comienza a hablarle muy bonito a una chica –generalmente son los casos que más se dan–; y la chica cede por un supuesto enamoramiento, muchas veces esto tiene que ver con la carencia afectiva familiar que ella haya tenido. Entonces ahí sí se da el caso de que el agresor comienza a decir: «Mire, pero ella accedió a tener relaciones». Pero legalmente es un estupro, un abuso, un delito.

Los agresores son personas que usualmente muestran ser de confianza, tienden a ser bien atentos. Generalmente intentan llegar siempre a la familia bien melosos. Hace poco tuve un caso en el que el tío llegaba donde su hermana a poderle ayudar con el agua porque ellos viven en el campo.

¿Qué implica el consentimiento?

Es cuando tú estás de acuerdo en poder realizar dicha actividad. Por ejemplo, tú me dices: yo necesito que me ayude en esta tarea. Entonces yo te estoy diciendo que sí, te estoy aceptando. Estoy de acuerdo en poderte ayudar. En el caso de las chicas, un consentimiento se da cuando es mayor de edad. Ahí podemos decir que están en mutuo acuerdo o en consentimiento, pero cuando son menores de edad, no. A veces no se imaginan la magnitud del daño que pueden estar recibiendo.

Tarjeta de paciente. Tanto el sobreviviente de violencia sexual como su tutor reciben esta tarjeta para asistir a las sesiones terapéuticas.

¿Qué diagnóstico suele acompañar a un niño que ha sufrido violencia sexual?

Depresión, ansiedad… ahí es cuando se da la alteración en la conducta, con déficit de atención. En cuestión de adolescentes, hemos visto muchas chicas con intento suicidas a raíz de muchos abusos sexuales, también personas que han adquirido VIH u otros tipos de enfermedades de transmisión sexual.

Además de estos cuadros clínicos, ¿los sobrevivientes de abuso sexual hablan de otros factores por los que temen denunciar?

Cuando son situaciones en las cuales las chicas han sido agredidas por pandilleros, ahí es donde suelen tener más miedo a poner denuncia, o regresar a vivir en su casa y temen por la seguridad de la familia. Por ejemplo, el año pasado tuvimos el caso de una chica que fue abusada por unos pandilleros cerca de su casa.

¿Los pandilleros eran conocidos?

Sí, ellos la conocían. Sabían quién era, dónde vive y todo. Abusaron de ella y a raíz de eso, ella quedó embarazada. Ella se quedó callada porque ellos la amenazaron: si hablaba, su familia iba a morir. Obviamente ella, sabiendo qué tipo de personas eran, se quedó en silencio. Seis meses después se sintió sumamente mal. Cuando es traída al hospital, se dan cuenta de que ella también tenía un embarazo de seis meses y lo había intentado ocultar. Había una negación rotunda ante el bebé, ante todo lo que había pasado y no quería expresar por qué estaba embarazada. En ese momento la mamá empezó a pensar que a lo mejor ella tenía novio y que por eso había quedado embarazada. Cuando se habló y se le dio la terapia, se pudo conocer el caso y ella expresó cómo había sido todo y tanto a la mamá como a la niña se les dio el apoyo psicológico. De hecho, con ella tuvimos la oportunidad de hacerle un «baby shower» y posteriormente ella ha estado bien. Hace poco vino a terapia y me comentaba que aún en la PAES, ella había salido con las mejores notas.

¿Cuántos años tiene ella?

Dieciséis. Como salió con las mejores notas, le han dado una beca. Esas son las recompensas que uno tiene.

¿Cómo llegaron a atenderla?

Ella vino porque se sintió mal. La han traído de la institución donde ella estudiaba y ha sido recibida en Emergencias. En Emergencias comienzan a ver por qué el embarazo y ella no quería hablar.

En la ley salvadoreña el delito de violación prescribe a los 10 años y alguien puede llegar a decir que 10 años es tiempo suficiente para tomar medidas legales. ¿Cómo se explica que haya gente que, a pesar del paso del tiempo, no denuncie?

Es por los mismos miedos que se tienen. Si has sido agredida por una persona que es de pandillas, existe el miedo de que vayan a agredir a tu familia y el sentimiento de culpa que si algo les pasa a ellos. También el hecho de la vergüenza. Hace unos seis meses tuvimos a una niña de 11 años a la que el pastor abusó y embarazó. Ella se encargaba de llevar las tortillas que hacía la mamá a diferentes casas y en una de esas, él se aprovechó. Esta niña sale embarazada, la mamá le reclama qué es lo que había pasado, se da cuenta que había sido por abuso y vienen las demás personas de la iglesia y comienzan a discriminarla. Que la niña era la que, de seguro, se le había metido. Esos miedos abren la puerta a decir «mejor yo no hablo. Porque si lo hago, me van a agredir, van a decir que yo me le ofrecí». A la niña le dijeron: «Ya no entrás a la iglesia, porque no sos pura».

A través del arte. Artistas salvadoreños donan su tiempo para realizar ejercicios con los grupos de sobrevivientes de violencia sexual que se organizan en el hospital.

¿Los agresores tienden a hacer chantaje emocional?

Los agresores les dicen: si tú le dices a tu mamá, tu mamá te va a castigar o le va pasar algo a tu mamá, la vamos a matar. Generalmente siempre amenazan por la mamá.

¿Qué puede hacer una persona que busque ayuda si fue abusada en el pasado?

Puede ir a una unidad de salud y pide una referencia del hospital a la Unidad de Salud Mental. Ahí debe especificarle que ha sido por abuso sexual. De esa forma vienen acá.

Aquí brindan terapia individual y grupal. ¿En qué otras alternativas se apoyan para brindar tratamiento?

En la parte terapéutica, hemos sido bastante abiertos. Tenemos la arteterapia, hay un grupo que asiste a una granja de animales. También se enseña a manejar el estrés a través de las técnicas de yoga y taichí. Esas clases las estamos dando en el Cafetalón y en el Jardín Botánico de Antiguo Cuscatlán. Siempre solicitamos a personas profesionales que nos puedan impartir ese tipo de técnicas.

Terapia grupal. Los módulos de terapias grupales usualmente toman un semestre y se realizan con un colectivo de 10 a 15 pacientes.

¿Esos profesionales donan su trabajo?

Sí. También buscamos a gente altruista que nos pueda dar para el refrigerio… para algún pasaje de la chica o alguna otra necesidad. Por ejemplo, tengo a una niña de 14 años que está en las aldeas SOS y que ha sido abusada. Tiene una bebé de un año y medio, y ella no tenía dinero para la ropa, para la leche. Y entonces ahí comenzamos a buscarle ropita. A veces, nos donan de empresas y algunas cosas las vamos gestionando.

¿Ustedes, como Unidad de Salud Mental dan abasto?

Realmente, no. Para ser francos, no. Yo tendría que ver entre cinco o seis pacientes, máximo, en la mañana. A veces, estoy viendo a 10.

¿En la unidad solo hay tres psicólogos?

Sí, y los tres psiquiatras.

Es un montón de trabajo.

Para serle así, hasta más franca, yo ya estoy citando para junio y julio. Así están los tiempos de espera en mi caso. En el caso de mis demás compañeros, pues a veces los psiquiatras están hasta ya para el otro año.

Esto sucede en las terapias individuales, ¿por eso la importancia de las grupales?

Sí. Esas se dan cada 15 días.

¿Cuánto se puede llegar a estar en espera de terapia grupal?

Dependiendo. Por ejemplo, si son pacientitas que han estado en diciembre, en enero, en febrero máximo, son las que hemos ido integrando a la terapia grupal. Entonces estamos esperando unos tres meses para la terapia grupal. Pero antes de eso, se les está dando la terapia individual.

¿Con cuánto espacio de por medio?

Unos dos meses.

¿Puede existir el perdón respecto a un abuso si no hay justicia y el agresor no acepta lo que hizo?

No. El perdón lo trabajamos cuando sienten mucha culpa ellas mismas. Se trabaja el perdón con el agresor de forma más simbólica. Es sanador para ellas porque mayormente las chicas no logran verlo a veces. Es más para sentirse bien con ellas mismas y sentir que no provocaron esta situación.

¿Hay un límite de tiempo tras una agresión sexual en el que ya no se pueda pedir ayuda?

Una situación así siempre va afectar. Es como si tú tuvieras una herida y, si no la sanas, esa herida cicatriza de una forma inadecuada. Necesitas ayuda y el medicamento. Así es la parte emocional. Si no sanas esa parte emocional, toda la vida te va a afectar y muchas veces ya lo estamos teniendo en nuestro cuerpo: dolores de cabeza, el estrés, la ansiedad, problemas de insomnio.

¿Es posible llegar a sanar?

Sí. Yo no tengo una varita mágica donde pueda decir ‘dentro de cinco sesiones ya no vas a sentir nada, vas a olvidar todo’. Vamos a tratar de minimizar ese dolor y que esa herida vaya sanando de la forma más correcta: no sintiéndome culpable, tratando la manera de fortalecer mi autoestima. Nuevamente retomando mi vida, teniendo el entorno familiar y las redes con los amigos. Siempre buscamos hacerles saber que no están solas.

Contra la violencia. Dentro del hospital se promueve una campaña para que las mujeres denuncien cualquier tipo de maltrato al que sean sometidas.
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