El fuego de Hestia

Hablar de lo que no se habla

El ejercicio de conversar y reflexionar sobre temas que no se hablan naturalmente es sin duda sanador para quienes participan; y es una práctica de empatía, real y honesta.

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Coach en Comunicación Intuitiva

A buena parte de los salvadoreños nos cuesta llamar a las cosas por su nombre y también nos es difícil tratar con apertura y naturalidad los temas complejos. También, frente a los problemas, tendemos a ver hacia otro lado, creyendo que estos desaparecerán al dejar de observarlos. Lamentablemente estos solo se dejan de ver, pero siguen ahí, presentes y haciéndose más profundos en la medida que más los ignoramos.

Ejemplo de esta característica de la sociedad salvadoreña es el tema de la educación sexual en menores y adolescentes. Muchas familias creen que es mejor ocultar la información y evitar hablar sobre el tema. Lamentablemente esa población se encuentra expuesta a mucha violencia y abuso relacionado con la sexualidad. Evitar la educación sexual solo eleva el riesgo para ese grupo.

Recientemente, participé en el IV Congreso de Docentes de ConTextos; que fue fundada en El Salvador hace siete años, y cuya misión es “transformar experiencias educativas para promover el pensamiento crítico”. Entre las poblaciones que atiende: escuelas situadas en 39 de los municipios más violentos del país y en cuatro centros de reinserción social con jóvenes en conflicto con la ley, ConTextos utiliza “la lectura y la escritura como herramientas para desarrollar el diálogo, el debate, la autorreflexión y autoactualización”, enfocándose en los profesores como componente clave para un cambio sostenible.

En dicho encuentro, en el que participaron en su mayoría docentes de escuelas a escala nacional, presencié un diálogo transparente, honesto y sobre todo realista acerca de lo difícil que es, en El Salvador actual, ser un menor o un adolescente. Las historias son diferentes, pero las heridas emocionales y físicas son constantes: abandono y abuso físico, verbal y sexual. Conflictos que tienen un origen común, la desintegración familiar.

ConTextos señala que “las personas que perpetúan actos de violencia comienzan siendo víctimas, las víctimas siendo testigos”. Por eso trabajan en entornos de violencia en donde los jóvenes son subvalorados y subestimados; y es en esos espacios donde “las conversaciones basadas en textos o libros” son métodos que consideran “poderosos para el cambio y la transformación individual, institucional y social”. Es en esos espacios donde la labor de esta organización se vuelve una fuente de esperanza.

Durante el diálogo, sostenido en el congreso, celebramos que al menos ahora los docentes tienen herramientas que les facilita orientar a los menores y jóvenes que se encuentran en alto riesgo. ConTextos ha recogido las historias de muchos adolescentes que están en las cárceles y a través de darle vida y lectura a esos relatos, los estudiantes pueden conversar abiertamente sobre lo que ellos viven en sus casas y en sus entornos.

Este ejercicio es sin duda sanador para quienes participan; y es una práctica de empatía colectiva, real y honesta, que trata por su nombre los problemas, que permite reconocer el dolor en otros y explorar salidas diferentes a la delincuencia y a la violencia. Quizás no sea la única solución para los menores y adolescentes, pero permite tejer una red de apoyo que es tan necesaria en la vida de cualquier persona.

Luego de siete años de operaciones en El Salvador, ConTextos tiene muchos resultados que presentar: 80 bibliotecas escolares y municipales, 1,236 docentes que comparten e intercambian mejores prácticas, más de 100,000 libros distribuidos, 680 autores en centros de reinserción y cárceles de adultos y más de 50,000 estudiantes participando en el diálogo para “hablar de lo que no se habla”. Sin duda, la transparencia al tratar los temas difíciles tiene un impacto positivo en la vida de aquellos que se atreven a practicarla.

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