Esta semana leímos colectivamente en los medios de comunicación un cuento policial detectivesco de terror, al estilo de “Los crímenes de la calle Morgue” de Edgar Allan Poe (1841). Para resumir el argumento, la primera versión del caso era que el hipopótamo Gustavito había sido agredido con picahielos por desconocidos en las instalaciones del Zoológico Nacional de El Salvador.
De acuerdo con esta versión, promulgada por la Secretaría de Cultura (SECULTURA) de la Presidencia, la salud de Gustavito se había complicado en los días después de ser barbáricamente atacado “con objetos contundentes y cortopunzantes por personas desconocidas e inescrupulosas”. Esas complicaciones supuestamente llevaron a su muerte el domingo pasado.
El enigma a resolver era quién o quiénes eran los culpables de semejante acto de barbarie. El crítico salvadoreño Paolo Lüers sintetizó el caso en su carta pública dirigida a Gustavito: “En un país plagado de violencia, surge como símbolo de todas las víctimas… ¡Un hipopótamo! Solo faltaba especular si te asesinó la MS o la 18 u otro sospechoso”.
En el género policial clásico el crimen suele ocurrir en los interiores de espacios domésticos, como es el caso en el cuento de Poe, donde el asesinato múltiple tiene lugar en un cuarto cerrado con llave del cuarto piso de una casa en la calle Morgue. En El Salvador, ni modo, el crimen ocurre en un espacio urbano hacia el sur del centro histórico de la capital. En todo caso, el ambiente del género policial actual suele, por lo general, ser urbano.
En vez de una figura altanera como el detective francés C. Auguste Dupin, tuvimos varios fiscales y un sindicato de trabajadores que cuestionaron la versión oficial de la muerte del hipopótamo. El 1.º de marzo uno de los fiscales involucrados en la investigación concluyó: “Hemorragia pulmonar es la causa de muerte, según necropsia. No se notó penetración de picahielos, como se dijo inicialmente”.