Formar a docentes desde la escasez

Ser docente en El Salvador es sinónimo de valentía. Y ser docente de futuros docentes, lo es todavía más. Las condiciones sociales y educativas no están dadas para ejercer esta profesión que en años pasados fue valorada. Una investigación que el Instituto Nacional de Formación Docente (INFOD) realizó el año pasado muestra que, lejos de recibir preparación e incentivos, los formadores del magisterio nacional sobreviven con salarios precarios, en medio de inestabilidad laboral y con exceso de trabajo. Viven en un país que no les reconoce.

Fotografías de Ericka Chávez
Fotografías de Érika Chávez

Jeannette es una maestra universitaria desde hace 21 años. Está en su cubículo en la institución de estudios superiores y califica los exámenes que horas antes le pasó a uno de los dos grupos que atiende las tardes en los días de semana. Cuenta que le gusta poner música cuando califica. Esta tarde, por ejemplo, Mozart suena desde su computadora.

El sonido del piano se confunde con las hélices de un ventilador, y una de sus alumnas llega a entregarle una tarea. Ella la ordena meticulosamente sobre una de las cuatro filas de fólderes que tiene clasificadas en su escritorio.

Jeannette no se llama Jeannette, pero prefiere que su nombre no se publique. Nunca deja de sonreír, y cuando habla lo hace como si diera una clase: le gusta explicar, hace ademanes y no descuida la expresividad de los ojos. Los tiene fijos en los ojos de su interlocutor.

Jeannette no solo se encarga de formar a futuros docentes. Por la mañana trabaja como maestra de parvularia. Atiende a niños entre tres y siete años, y para llegar todos los días a dar esas clases se levanta a las 4:45 de la mañana, de lunes a viernes. Sale de San Salvador a las 6 y regresa después del mediodía para incorporarse al turno de la tarde en una universidad de la capital en la que trabaja. Su horario en esta universidad es de 1 a 6 de la tarde.

Con dos trabajos, uno seguido del otro, dice que prefiere almorzar algo que no sea pesado, porque de lo contrario, le da sueño y no puede permitirse eso. Así que acostumbra a compensar lo que come al mediodía con otro refrigerio por las tardes.

«Yo no creo que haya alguien que ejercite la docencia sin amarla, porque no aguantaría. Y sabedores que la docencia no es una profesión que nos va a llevar a adquirir cosas materiales de primer nivel, que los carros del año, las grandes viviendas», dice convencida desde atrás del escritorio.

Antes de ser docente universitaria, Jeannette estudió en uno de los bachilleratos diversificados que El Salvador creó a finales década de 1960. Luego estudió la Licenciatura en Ciencias de la Educación y una maestría de Didáctica para la Formación de Docentes. La docencia la ha ejercido en varios colegios de la capital, desde parvularia hasta bachillerato. Y desde hace 10 años lo hace en parvularia, pero en instituciones públicas.

Ella, como toda maestra, sabe que cada grupo de alumnos que atiende es diferente y que eso la obliga a preparar siempre sus clases. Cuando es necesario, lee y lee, hasta encontrar la metodología adecuada, sin importar que ya haya planificado todo un semestre.

Jeannette es una de los 44 docentes de medio tiempo que trabajan en las 17 instituciones de Educación Superior (IES) que cuentan con carreras formadoras de docentes en El Salvador, según un registro de la Dirección de Educación Superior del Ministerio de Educación (Mined) que data de 2016. Hasta ese año, la dirección registró un total 514 docentes de futuros docentes en el país. De ellos 237 trabajan a tiempo completo y otros 233 lo hacen bajo la modalidad de hora clase.

A partir de estos datos, que no estaban actualizados para entonces, el año pasado el Instituto Nacional de Formación Docente (INFOD), adscrito al Mined, seleccionó aleatoriamente a un grupo de formadores de docentes de tiempo completo y hora clase para que contestaran una encuesta. Esta la respondieron 180, ya que la participación era voluntaria. También pasó una encuesta a las 17 IES, pero de estas solo 13 la respondieron.

Así surgió la investigación «Perfil de los formadores docentes en las Instituciones de Educación Superior en El Salvador: condiciones sociales y educativas», que muestra que, lejos de gozar de un ambiente establece, los formadores de docentes sufren de carencias que no les permiten desempeñar plenamente su trabajo.

De todos los encuestados, 30 respondieron que recibían ingresos mensuales menores o iguales a $500. Con ese dinero dos docentes señalaron que tenían que mantener a una familia de siete miembros o más. A esto se suma la carga de trabajo, porque al no poder sobrevivir con ingresos de ese tipo, un 41.7 % de docentes opta por realizar labores extra.

La investigación también revela que con esos bajos ingresos, el 16 % de los docentes no tiene las condiciones económicas para convertirse en dueño de una vivienda digna, como sí pueden hacerlo otros profesionales.

«El formador de docentes está prácticamente en las mismas condiciones que el docente que está en los centros escolares. ¿Por qué? Porque el formador de docentes es un docente de centros escolares, no tuvo preparación para ser formador de docentes», señala Carlos Rodríguez, el coordinador general del INFOD.

Uno de los principales problemas de los formadores de docentes, dice Rodríguez, es que a diferencia de las Escuelas Normales, que funcionaron hasta la década de 1980 en El Salvador, el país no ha tenido una política educativa que los atienda, y la legislación educativa actual tiene vacíos que los deja desprotegidos.

Por esa razón, advierte, es que una de las consecuencias es que existe un sistema universitario para formar al magisterio nacional que está montado sobre los catedráticos hora clase, ya que hay universidades que solo cuentan con un docente de planta, que por lo general es el coordinador del área que forma a maestros.

Rodríguez tiene una explicación para esto: hay una tendencia que el graduado para dar clases en colegios o escuelas regresa como catedrático a las universidades a formar a otros formadores docentes, porque no encontró trabajo, y en algunos casos hasta se vuelve asesor de tesis.

Resalta que en la investigación detectaron que tampoco desde las universidades privadas y la Universidad de El Salvador (UES) existe claridad en su reglamento de qué es un catedrático hora clase.

“Yo no creo que haya alguien que ejercite la docencia sin amarla, porque no aguantaría. Y sabedores que la docencia no es una profesión que nos va a llevar a adquirir cosas materiales de primer nivel, que los carros del año, las grandes viviendas”, dice Jeannette convencida desde atrás del escritorio.

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EL PAGO QUE LLEGA DESPUÉS DE UN AÑO

Gustavo tenía 17 años cuando una maestra le ofreció que supliera como interino a una docente que cumplía su tiempo de maternidad. Trabajaba en un establecimiento de comida y no lo pensó dos veces. Su vocación era la docencia y para entonces ya había comenzado a estudiar la Licenciatura en Ciencias de la Educación, con especialidad en Ciencias Naturales.

Mientras hizo el interinato, la maestra que lo llevó a la escuela le pagó la universidad y también le dio viáticos. Esa fue su primera experiencia frente a alumnos.

Gustavo es catedrático universitario desde hace cinco años, pero pidió que no se mencione su nombre en este reportaje. Catorce años después de su primera clase, hoy está sentado en una cafetería del occidente del país, tiene a su lado derecho una mochila con el logo desgastado del Ministerio de Educación, donde carga su computadora, ya que dice que en la universidad privada donde trabaja como hora clase no tiene acceso a ese recurso. Ese solo es un privilegio de los docentes a tiempo completo.

Por eso aprendió a cargar su equipo, así, si su trabajo a tiempo completo no le permite llegar a su casa, sale de una vez para la universidad.

Es consultor en un proyecto educativo en el que trabaja de 7:30 de la mañana hasta las 3:30 de la tarde. Dos días a la semana, entre la tarde y la noche, da dos cátedras en una universidad privada de occidente. Los sábados le da clases a otros tres grupos, porque también trabaja en Ahuachapán, en la modalidad en línea de la UES.

Recibe $160 mensuales por las clases en la universidad privada. La UES le paga $225 al mes, y aunque en su contrato dice que el pago debe ser mensual, lo recibe acumulado hasta un año después. Hubo una ocasión en que lo recibió un año y medio después de terminado el ciclo. Entre su círculo de colegas bromean por la tardanza del pago y lo han bautizado como «el ahorro programado».

Una vez se graduó de la universidad, Gustavo comenzó a dar clases de Ciencias Naturales y Educación Física a estudiantes de primero a noveno grado de una escuela pública. No había docente de Educación Física y aceptó el cargo. Eso implicó q ue estudiara un curso de alto rendimiento, de atletismo recreativo y fútbol, y vio muchos documentales.

Dio esas dos clases por cinco años a cambio de $400 al mes. Luego trabajó como interino en otras dos escuelas públicas, hasta que entró a un proyecto para formar docentes, que le permitió estudiar tecnología educativa y mejorar sus ingresos. Durante 10 años coordinó un programa de educación, por hoy se dedica a ser consultor y a la docencia universitaria.

La universidad privada donde trabaja cuenta con laboratorios para prácticas, dice, pero no siempre hay recursos para hacer experimentos, así que ha optado por trabajar con sus alumnos con aplicaciones que descargan gratis en sus celulares.

Desde este café cuenta que para dar sus clases paga $55 al mes por un servicio de plan de datos móviles para usar las aplicaciones. Lo hace porque en su universidad internet no es bueno y porque a veces también comparte datos con aquellos estudiantes que no tienen dinero para recargar saldo.

Gustavo hace otros malabares en la docencia. Si planifica salidas con los alumnos con fines didácticos, su universidad le da permiso para que las haga, pero no le da transporte. Son los alumnos quienes tienen que buscar cómo desplazarse a las actividades, algunos de ellos viven en las afueras de la ciudad donde está ubicada la universidad y tienen que pedirles posada a sus amigos o a algún familiar.

«A esas condiciones yo les llamo condiciones mínimas, porque uno está formando a alguien que va a formar a otra persona. A uno, aparte de ser formador, le toca ser psicólogo, amigo, administrador, gestor, consejero, de todo», dice Gustavo después de terminar de desayunar. Habla con paciencia y no puede esconder las ojeras que le ha dejado la semana anterior. Es lunes, y por todos sus compromisos, apenas el día anterior ha podido descansar. Los domingos hace eso, descansa y pasa con su familia.

Trabajo no dignificado. Los formadores de docentes viven en condiciones sociales que no les permiten mayor desarrollo en su profesión. En el siglo pasado la función del docente tuvo peso social, era valorada y él también recibía ingresos acorde a su trabajo. Esto ya no es así.

Las condiciones para dar las clases en la UES tampoco varían. Aunque el Ministerio de Educación ha montado laboratorios para prácticas, Gustavo dice que a veces tiene que desplazarse con sus alumnos a Santa Ana, porque el equipo no funciona. Por esos viajes no recibe ninguna compensación.

Hasta el año pasado, las IES en El Salvador contaban con las especialidades de Matemáticas, Ciencias Naturales, Lenguaje y Literatura, Ciencias Sociales, Inglés, Teología, Educación Física y Deportes, Educación Básica, Educación Inicial y Parvularia, Educación Especial, Educación Artística y Administración Escolar.

En 2016 había 2,795 formándose como docentes en todas las áreas, pero la investigación del INFOD arrojó que Ciencias Naturales, el área en la que Gustavo se especializó, tuvo 1.16 docentes por alumno. A diferencia de especialidades como Matemática e Inglés, donde hubo 0.13 docentes para atender a alumnos.

Luis González es el coordinador de Investigaciones del INFOD, también es uno de los autores de la investigación sobre los formadores docentes, que será presentada a finales de este mes. Él dice que desde esa instancia también se investiga la oferta y la demanda por especialidades que hay en las universidades, porque hay exceso de docentes en unas áreas y en otras hay un déficit.

«Los resultados preocupantes que dio el ‘Perfil de formadores docentes’ nos han llevado plantearnos el proyecto de hacer un observatorio permanente de la formación docente para poder medir en el tiempo cómo van modificándose estas dinámicas», sostiene.

El INFOD fue creado por ley en marzo del año pasado, pero fue hasta abril cuando se formó al equipo de trabajo de 30 personas. Carlos Rodríguez dice que una de las tareas de ese instituto es realizar más investigaciones que sirvan de base para formular políticas públicas sustentadas en el conocimiento del escenario de la formación inicial de los docentes en El Salvador. Este año pretenden estudiar por qué las personas quieren seguir estudiando docencia y cuáles son las condiciones de los egresados de esta carrera.

“A esas condiciones yo les llamo condiciones mínimas, porque uno está formando a alguien que va a formar a otra persona. A uno, aparte de ser formador, le toca ser psicólogo, amigo, administrador, gestor, consejero, de todo”, dice Gustavo después de terminar de desayunar. Habla con paciencia y no puede esconder las ojeras que le ha dejado la semana anterior. Es lunes, y por todos sus compromisos, apenas el día anterior ha podido descansar.

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LA BRECHA DE GÉNERO EN LA FORMACIÓN DOCENTE

Según el INFOD, la UES es la IES que cuenta con la mayor planta de formadores de docentes en el país y es la que mejor paga el tiempo completo de trabajo. Son 20 docentes a tiempo completo, 3 de medio tiempo y entre 30 y 40 docentes hora clase, asegura el jefe del Departamento de Ciencias de la Educación de la UES, Wilman Herrera.

De todos los docentes de la Licenciatura en Ciencias de la Educación, Herrera dice que hay paridad de hombres y mujeres. No sucede lo mismo en la Licenciatura en Educación Física, donde el 70 % son hombres y el 30 % mujeres. Esto indica que existe estereotipo de género, de asumir que algunas áreas son propias de los hombres y otras propias de las mujeres, como también lo refleja la investigación.

Según el INFOD, a nivel nacional el 53 % de los formadores docentes son mujeres y el 45.6 % hombres. Aunque hay poca variación entre ambos géneros, no deja de significar una brecha. Jeannette explica que por ese mismo estereotipo es que en los grados de educación como parvularia se ven a más mujeres, y en grados superiores de educación básica, sucede lo contrario, hay más hombres.

También señala que al vivir en una sociedad machista, los mismos docentes están inmersos en una familia tradicional, por eso es que cuando los sábados hay capacitaciones, algunas docentes no pueden asistir, porque tienen que lavar, planchar o atender a su familia.

Esa brecha también se refleja, de acuerdo con el estudio, cuando el 40 % de los hombres que forman a maestros es propietario de su vivienda y esta facultad la tienen las mujeres en un 35.6 %.

Con el fin de las Escuelas Normales, la docencia en El Salvador estuvo regulada por la Ley del Magisterio, pero en 1996 se aprobó La Ley de la Carrera Docente, que entró en vigor en 1998. Dos décadas después, esta ley sigue dando el mismo trato a todos los docentes, sin hacer especificaciones de acuerdo con los niveles educativos en los que imparten clases. Es decir, regula de la misma manera el trabajo de un docente de parvularia que el trabajo de un docente universitario.

Brecha de género. Dentro del gremio que forma a maestros hay relaciones desiguales de género. Los hombres son los que más pueden pagarse una vivienda que las mujeres.

La Ley Orgánica de la UES le permite que cuente con un reglamento interno para regular los niveles de escalafón de los docentes de planta, que están relacionados con sus años de ejercer la docencia y su preparación académica. Este clasifica a los docentes como Profesor Universitario 1, 2 y 3. El 1 es el docente de planta que recién ingresa a trabajar, y que pasados al menos tres años, puede ascender a otro nivel, aunque esto también lo determina si ha cursado estudios de posgrado.

Mientras que la Ley de la Carrera Docente establece dos niveles de escalafón para los docentes: el escalafón nivel 1 y el escalafón nivel 2. Los que se gradúan del profesorado, que dura tres años, obtienen el escalafón 2, y los que cuentan con licenciatura, maestrías y posgrados el escalafón 1.

«La ley como tal fue una proyección que no se acompañó de una política pública de cómo iba a ser pensado el desarrollo de la educación superior, y prácticamente las demás universidades continuaron bajo ciertas regulaciones de ley, pero sin pensar cuál podría ser el papel de estas universidades ante el desarrollo», sostiene Wilman Herrera.

El currículum universitario, según Herrera, también debe ser pensado de forma diferente, a través de una política pública que involucre la participación del Estado, el Ministerio de Educación y las universidades, y así estas puedan acompañar a la solución de problemas sociales, porque de momento, aún no hay un análisis de cómo puede haber una contribución desde la academia al desarrollo del país.

Herrera recuerda que en 2007 la comisión de cultura y educación de la Asamblea Legislativa recibió una propuesta de reforma de la Ley de la Carrera Docente que contemplaba muchos más niveles de escalafón. Sin embargo, planteaba que fuera el gobierno, por medio de una institución especializada, el que se encargara del proceso formativo de los docentes. También presentaba la necesidad de contar con centros de prácticas para su formación.

De haberse implementado, dice, ya se podría ver resultados en temas como la calidad y la cobertura educativa a nivel nacional, y la formación del magisterio, pero el mayor problema para hacerlo fue que esto equivalía al 6 % del presupuesto nacional.

«La Ley de la Carrera Docente expresa que no hay carrera de formador de docente. Ese es el punto. Entonces hemos improvisado todo el tiempo. Claro que hay gente buena, preparada, pero no hemos formado especialmente para eso», señala Carlos Rodríguez.

Rodríguez dice que el año pasado el Consejo Nacional de Educación discutió reformar la legislación educativa del país, pero esta discusión no prosperó. Por ello desde el INFOD este tema ha comenzado a discutirse, para que exista una coordinación de las leyes y los reglamentos.

“Cualquier persona que conozca la educación superior te ha de decir lo siguiente: ‘Los estudiantes que ingresan a nuestras aulas, año con año, cada vez llegan más deficientes. Eso significa que la base está también recibiendo una formación de muy baja calidad’”, dice Fidel Nieto, el presidente de la Asociación Consejo Nacional de Rectores de El Salvador (CONARES) y rector de la Universidad Luterana Salvadoreña.

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«EL DOCENTE NO ES UN DIOS»

Jeannette está en su escritorio. Han pasado unos minutos desde que otra alumna llegó a buscarla para entregarle una tarea, y que al igual que la vez anterior, ella ubicará sobre una de las filas de fólderes que tiene ordenadas en el escritorio. Al fondo sigue sonando música clásica y ella explica, como si diera una clase, sobre la relevancia social que el docente tuvo el siglo pasado.

Por hoy, lo que dice es que es necesario dignificar esta profesión, no solo a través del salario, que sí ayudaría a que sus condiciones de vida sean diferentes y que tenga mejores oportunidades, pero también desde el ámbito social, como un día lo fue.

«Quieren que nosotros transformemos, pero muchos maestros después de que han salido no han tenido las condiciones sociales y económicas para poder desarrollar el proceso de fortalecimiento», señala.

La investigación del INFOD determinó que algunos docentes no cuentan ni con una vivienda digna ni segura. De los encuestados, hay un 1.1 % de docentes que vive en situaciones deplorables, ya que no tiene un colector de aguas residuales en las casas, y las tira al aire libre, en ríos o quebradas.

Aunque Gustavo es docente hora clase y tiene que pagar $55 mensuales por un plan de teléfono que utiliza con sus alumnos, hay un 2.2 % de docentes de medio tiempo o tiempo completo que no cuenta con teléfono.

Ante este contexto es difícil que un docente formador de docentes también realice actividades complementarias a su trabajo, como las investigaciones académicas. Gustavo, en los años que tiene de ser docente, ha realizado tres investigaciones, una es pedagógica y dos sobre química. Sin embargo, no es el caso del 52 % de los docentes que respondió al INFOD que nunca había realizado una investigación.

A esto se le suma que, según la investigación, los docentes trabajan en jornadas extenuantes. El 42.8 % dedica entre ocho a 10 horas diarias a sus labores; el 26.1 %, de cuatro a siete horas; y un 16.7 %, 11 horas o más horas.

«El docente no es un dios», apunta Jeannette cuando dice que el docente es evaluado de forma individual, pero no se evalúan sus condiciones ni las condiciones en las que se desenvuelve un estudiante que intenta formar, como la importancia de la familia en este proceso, el contexto social, político, económico y jurídico de la educación. Y luego al docente se le responsabiliza, incluso, de la construcción del pensamiento del alumno.

Política educativa. Desde las universidades lo que se propone es que exista una política educativa que dé cobertura a las necesidades del gremio que forma a los docentes.

«Cualquier persona que conozca la educación superior te ha de decir lo siguiente: ‘Los estudiantes que ingresan a nuestras aulas, año con año, cada vez llegan más deficientes. Eso significa que la base está también recibiendo una formación de muy baja calidad’», dice Fidel Nieto, presidente del Consejo Nacional de Rectores de El Salvador (CONARES) y rector de la Universidad Luterana Salvadoreña.

Nieto se remite a que puede formarse a miles de docentes, pero si no se reorienta el rumbo de la educación superior, no hay una política pública y no hay una reforma universitaria, tampoco se puede hacer mucho, porque eso conlleva a que el docente tenga bajos salarios y vuelve socialmente no atractiva la profesión para las personas. A diferencia de países como Alemania o Estados Unidos, donde los niveles de vida de los docentes son muy buenos y ellos también son valorados.

Esto también lo relaciona con que El Salvador es el país centroamericano donde es más barato obtener un grado académico de licenciatura o ingeniería. El presidente de CONARES dice que debe generarse una discusión sobre el papel de las universidades privadas, en cuanto a la relación de cuotas y el salario de los docentes. Pero para resolverlo se necesita la participación del Estado.

Mario Antonio Ruiz, el presidente de la Asociación de Universidades Privadas de El Salvador (AUPRIDES) y rector de la Universidad Francisco Gavidia, sostiene que la calidad educativa en la formación de docentes debe ser compensada con las cuotas universitarias, porque insiste en que la educación universitaria es cara.

«Debería de ser equivalente a lo que el alumno recibe, debe tener un precio. El problema es que las cuotas que cobran las universidades privadas son bien bajas y ese es un problema que debemos de tratar de resolver las universidades», señala Ruiz.

Para él, el sistema educativo debería tener inversión, y así contar con mejores maestros y que estos estén formados para aplicar las nuevas tecnologías, con métodos alternativos de enseñanza.

Mientras todo esto pasa, habrá muchos, que como Jeannette y Gustavo, se aferren, aunque sea desde la desesperanza, a seguir formando docentes desde este país que no les reconoce.

Disparidad de demanda. Las IES en El Salvador cuentan con una disparidad de demandas en especialidades. En Inglés y Matemática hay más alumnos por el número de especialistas.
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