Meridiano 89 oeste

Esto es agua

El súper es el último lugar de la tierra en el que se quiere estar, pero es imposible hacer las compras con eficiencia. Anda por los pasillos atiborrados de gente apurada y cansada, y al fin, se dirige a las cajas y hace cola.

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Investigadora y escritora radicada entre Madison, Wisconsin, y San Salvador

“Esto es agua”, de David Foster Wallace, es una maravilla de ensayo que me deja sintiéndome menos sola. Ahí el autor describe el tedio de la vida de un adulto típico que se levanta temprano por la mañana para ir a un trabajo difícil que al final del día lo deja agotado y con un fuerte deseo de volver a casa, cenar bien y tener un par de horas para algún recreo antes de acostarse luego, porque sabe que el próximo día hay que levantarse temprano para volver a lo mismo. Y ahí es cuando esta persona recuerda que no hay nada de comer en casa.

En vez de volver a su hogar, le toca ir al supermercado. Es la hora pico de tráfico y las calles están saturadas de autos. De modo que llegar al súper le lleva más tiempo de lo normal y, cuando al fin llega, ve que está lleno de gente como él, que luego de un día de trabajo trata de comprar las provisiones que no pudo comprar en otro momento de la semana. El súper es el último lugar de la tierra en el que se quiere estar, pero es imposible hacer las compras con eficiencia. Anda por los pasillos atiborrados de gente apurada y cansada y al fin, se dirige a las cajas y hace cola. Así, David Foster Wallace representa las rutinas y tareas aparentemente fastidiosas y sin sentido que llenan nuestras horas, días, semanas y años.

Y aquí está la magia del ensayo; el autor nos hace ver que hay una salida al laberinto de tareas intrascendentes, insignificantes y frustrantes. El escape está en no caer en un modo de ser y de actuar que es automático, natural y establecido. Wallace nos propone la posibilidad de que en estos momentos tan miserables se puede escoger cómo pensar para así enfrentarnos con la vida con más claridad y gracia. Por ejemplo, existe la posibilidad de una manera distinta de percibir a esa gorda, de ojos muertos, sobremaquillada que no deja de gritarle a su hijito en la cola del súper. Wallace nos dice: “Quizás ella no es siempre así. Quizás lleva tres noches sin dormir sosteniendo la mano de su marido que muere de cáncer de los huesos. O quizás esta señora es la misma que ayer ayudó a tu mujer a resolver ese horrendo trámite en el Registro de Autos con un simple acto de gentileza de su parte”.

El secreto, según Wallace, es tomar consciencia de la forma en que percibimos al mundo y a la gente a nuestro alrededor. En las trincheras del día a día de la vida de un adulto hay la posibilidad de momentos significativos y hasta sagrados, en los que se puede experimentar amor, comunión y la mística que está en percibir el meollo verdadero de las cosas.

Leer a Foster Wallace me recuerda que cada día merece claridad, atención, conciencia y disciplina a pesar de las tareas intrascendentes y poco llamativas que pueden llenar nuestras horas. La alternativa es lo inconsciente, lo automático, y el funcionamiento por “default”.

Somos como peces que no se dan cuenta que están en el agua y tenemos que estar constantemente recordándonos a nosotros mismos, una y otra vez que estos momentos son reales y esenciales: “Esto es agua. Esto es agua. Esto es agua”.

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