De cuentos y cuentas

Ella es Imelda

Me dueles, Imelda. Me duelen las más de 3,000 niñas y adolescentes que son violadas al año en nuestro país, que viven su calvario en el silencio, con miedo.

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Periodista

“Imelda tiene 20 años, pero parece de 15. Es una niña a la que el Esta do le ha fallado una y otra vez.

No logro sacar de mi mente la imagen de aquella señora bajita, morena, muy humilde, que venía acompañada de un amigo activista que se movilizó para lograr que entrara a los juzgados de Usulután, donde se lleva el caso de Imelda.

Llegó al final, fue la última en entrar. Antes de ella desfilaron diversas personalidades del mundo de los derechos humanos. La última en entrar fue ella y fue a la única a la que registraron, no llevaba nada en las manos, pero la detuvieron los dos guardias que antes nos habían tratado a todos con mucha amabilidad.
Cuando esa señora de reducida estatura vio a Imelda en la sala de audiencia, la saludó con una sonrisa de oreja a oreja y un infinito cariño en la mirada. ‘¡Hijita! ¿Cómo estás? ¡Aquí estoy!’, le dijo, con la ternura que caracteriza a las abuelitas.

La abuelita de Imelda se emocionó al ver a su nieta, quien le respondió, con las manos aún esposadas, con una sonrisa tímida y los ojos clavados en el suelo mientras temblaba de miedo en medio de los que queríamos defenderla.

La abuela contemplaba a esa nieta que le arrebataron a los 12 años, cuando aún vivía feliz y protegida bajo sus cuidados. La madre de Imelda se la llevó a vivir con ella y su nueva pareja, sin imaginar que ese hombre enfermo de más de 60 años violaría una y otra vez a su pequeña hija durante siete años.

Imelda, una hora después, derrotada y defraudada, abrazaba a su abuela al escuchar que la audiencia se suspendía porque la fiscal del caso avisó a las 8 de la mañana que no llegaría porque tenía faringoamigdalitis, sí, ¡faringoamigdalitis! Increíble que un juzgado admita la suspensión de una audiencia por una gripe, una gripe que le significa a Imelda un mes más en la cárcel, un mes más de maltratos porque el sistema de justicia salvadoreño le está haciendo pagar desde que estaba en el hospital la pena por ser mujer, por ser joven y pobre, por tener un parto extrahospitalario y por haberse desangrado posterior al parto y no haber rescatado a la bebé que acababa de parir, cuando ella misma había solicitado a gritos ayuda a sus familiares, que la encontraron casi desmayada en aquella letrina testigo de su desgracia.

Me dueles, Imelda. Me duelen las más de 3,000 niñas y adolescentes que son violadas al año en nuestro país, que viven su calvario en el silencio, con miedo porque saben que la sociedad, que las instituciones y hasta la iglesia les dan la espalda y no les creen”.

El anterior es el extracto de un post de la doctora Victoria Ramírez, ginecóloga y obstetra, y colaboradora técnica de la defensa de Imelda Cortez. Imelda enfrenta una pena de 20 años por el supuesto intento de homicidio de su hija recién nacida. Su bebé sigue viva y ella está en prisión.

Esta es parte de su historia, una de esas historias que debemos escuchar para quitarnos de la mente la imagen de que en todos los casos de emergencias obstétricas como esta se trata de mujeres de sangre fría y desalmadas que deciden asesinar a sus bebés. Son las historias que se silencian en los medios y en los procesos judiciales para dar gusto a una sociedad donde se desprotege a las niñas y mujeres y se les criminaliza en casos como este.

Son las historias que no queremos escuchar, porque en nuestra mente estas mujeres son asesinas y punto. Son las historias ignoradas que están costando la vida y la libertad a cientos de mujeres en El Salvador

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