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Elevemos la conversación

Hay más que suficientes preocupaciones y conflictos profundos por resolver en nuestro país que trascienden el nombre de un risco. Y, como ciudadanos, también tenemos el rol de exigir cierto nivel de profundidad a nuestros políticos.

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Comunicadora salvadoreña radicada en Santiago de Chile

Hace unos días, recibí el libro “100 chilenos: una experiencia para volver a confiar”, documento que recoge los resultados de una actividad sin precedentes que busca poner nuevamente sobre la mesa el imprescindible valor de la confianza.
Algunos meses atrás, en este mismo espacio, les conté con mucho entusiasmo sobre la experiencia que viví al ser parte de la actividad “100 Chilenos”: una iniciativa novedosa en la que el Centro de Políticas Públicas de la Universidad Católica buscaba replicar un mini Chile para conversar sobre confianza.

Durante un día completo, 100 personas que representábamos distintos segmentos de la sociedad chilena –en mi caso, a los extranjeros– conversamos y buscamos soluciones prácticas para temas cotidianos y estratégicos, desde la convivencia con los vecinos hasta el sistema de pensiones.

Instancias como esta, dirigidas por instituciones de prestigio, son un valioso aporte social y de construcción de ciudadanía. Además, reflejan una preocupación institucional por temas de fondo, que finalmente son la causa de muchos problemas actuales.

La crisis de confianza no solo afecta a Chile, es un tema global y generalizado a escala individual, social y de países. Por eso, vale la pena detenerse y repensar, de forma conjunta, cómo abordar una crisis que afecta de la manera más profunda las formas de hacer las cosas en todas las escalas.

Por eso, me animo a retomar las palabras de aquella otra columna que recapitulaba lo vivido en “100 Chilenos”. Después de esta inigualable experiencia, solo puedo decir: ¡Qué falta nos hace a los salvadoreños la capacidad de volver a asombrarnos ante los problemas! ¿Dónde quedó nuestra habilidad para sorprendernos y, ante el asombro, reaccionar, actuar para resolver?

Si ya nada nos sorprende, si ya nada nos indigna, la violencia, la pobreza, el tráfico, la corrupción se vuelven normales, se hacen parte de lo esperable. La gran enseñanza de los chilenos es que ellos no han dejado de indignarse ante los grandes problemas del país: saben que las colusiones, los desfalcos, esta crisis de confianza no es lo normal y quieren resolverlo. Eso los ha llevado a buscar alternativas, a generar soluciones, porque no quieren que el problema se agudice.

Sin embargo, parece que para los salvadoreños, vivir en desconfianza es lo normal, ya nada nos sorprende: otro ladrón, otro corrupto, otro asesinato, ¿qué esperabas? Necesitamos repensar nuestra forma de ver las cosas: darnos cuenta de lo que no está bien y volver a sorprendernos, volver a indignarnos.

Dejar de sorprendernos por los problemas, es igual a dejarlos pasar y hacernos del ojo pacho. Solo esa chispa de indignación que genera la sorpresa nos permitirá movernos y provocar cambios.

Cuando nuestra clase política empiece a conversar sobre los temas de fondo, tendremos una esperanza. Porque, por ejemplo, volverse analistas del último escándalo familiar de algún político no construye nada más que un apetito por el rumor, la especulación y nada constructivo; que tu bandera de lucha sea cambiar de nombre a la Puerta del Diablo porque incita al mal es igualmente cuestionable y risible. En fin.

Elevemos la conversación. Hay más que suficientes preocupaciones y conflictos profundos por resolver en nuestro país que trascienden el nombre de un risco. Y, como ciudadanos, también tenemos el rol de exigir cierto nivel de profundidad a nuestros políticos.

Para leer sobre “100 chilenos”, pueden visitar el sitio web http://politicaspublicas.uc.cl

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