El fuego de Hestia

El sueño de detener al tren del progreso

Mi deseo es que los maquinistas se den cuenta que el progreso no valdrá la pena sin equilibrio y armonía entre la vida humana y el mundo natural, sin que se ofrezca a todos las mismas oportunidades para que avancen y tengan la opción de subirse al tren o de dirigirse en dirección contraria, si así lo deciden.

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Coach en Comunicación Intuitiva

El progreso es un tren ultrarrápido que avanza sin fin, siempre en línea recta, sin detenerse, sin equilibrar nada. Corre con una obsesión infinita por acumular, por crecer, por consumir, por innovar, por hacer. Su deseo, desenfrenado, se enfoca en el tener cosas, descuidando en esa carrera lo humano y despreciando a la naturaleza.

Tuve un sueño en el que los maquinistas que dirigían ese tren ultramoderno, siempre vivo y atareado, decidían frenar por unos segundos. Durante ese breve tiempo, modificaban los techos de hierro que los mantenían aislados y los cambiaban por ventanas transparentes que abrían y cerraban a su antojo. El resultado era agridulce. Por un lado se sorprendían frente a los verdes y azules intensos del cielo y la naturaleza; y por otro, observaban la destrucción y el abandono a su alrededor. Niños sin salud ni educación, casas de lámina sin agua, espacios polvosos y grises.

Mundos paralelos rodeaban al tren del progreso. Algunos, salvajes en los que la naturaleza había tomado control de edificios y ciudades abandonadas, y se observaba poca vida humana; otros, donde solo se percibían espacios cubiertos por cemento y hierro, edificaciones que mostraban el intento por atraer al tren y que habían causado tal daño, que flores y aves se habían retirado por completo al no encontrar espacio, agua ni aire para vivir.

Los maquinistas se mostraban sorprendidos y se cuestionaban entre ellos cómo había podido suceder tanta destrucción alrededor de su tren sin que se hubieran percatado. Otros se preguntaban cómo nunca se habían detenido a ofrecer ayuda a quienes se habían quedado en esos espacios, o a cuidar que la naturaleza jamás se retirara por completo.

Entendían perfectamente que la humanidad estaba íntimamente vinculada a la vida del planeta. Lo habían leído o escuchado de alguno de sus referentes o en informes a los que eran asiduos, pero que habían ignorado por estar concentrados en el avance sin fin del progreso. Nunca pensaron en detenerse y observar lo que sucedía a las sociedades y a los individuos que habían quedado fuera del sistema. Siempre habían creído que, de alguna manera, las personas sobrevivirían y se incorporarían en algún momento a su tren.

En esos breves segundos se daban cuenta de que esos humanos que estaban fuera jamás lograrían alcanzarlos sin ayuda de los maquinistas que podían desacelerar y facilitar la incorporación de otras personas. Descubrían que el tren y la naturaleza permanecían en una constante guerra, un conflicto en el que algunas veces la máquina del progreso lograba dominar y otras en que la naturaleza salía victoriosa destruyendo con furia sus vidas y sus creaciones.

Desperté asustada porque, en el sueño no visualicé ningún punto de encuentro. Mi deseo es que los maquinistas se den cuenta de que el progreso no valdrá la pena sin el equilibrio y la armonía entre la vida humana y el mundo natural, sin que se ofrezca a todos las mismas oportunidades para que avancen y tengan la opción de subirse al tren o de dirigirse en dirección contraria, si así lo deciden. Mi aspiración es que aprendamos a desacelerar y a explorar nuevas formas de progreso en el que todos quepamos, y en el que todos tengamos opciones para avanzar a diferentes velocidades. Algunas veces será más rápido, por alcanzar un sueño, y otras más despacio, para cuidar de quienes no han tenido las condiciones necesarias para avanzar o simplemente para disfrutar del fresco de una mañana y el aroma de una flor.

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