El náhuat, a temprana edad

En Santo Domingo de Guzmán, Sonsonate, hay un centro de estudios dedicado a brindar clases a párvulos, con la particularidad de que lo hacen en náhuat. Este es un intento por despertar el interés en las nuevas generaciones y evitar la ya tan pronosticada muerte de la lengua.

Fotografías de Franklin Zelaya
Desfile. Las recientes fiestas de independencia fueron diferentes en las calles de Santo Domingo de Guzmán. Los niños de la Cuna Nahuát representaron sus costumbres y tradiciones en el desfile escolar.

“Cuando iniciamos teníamos rechazo de la comunidad a su identidad indígena. ‘No queremos que enseñen náhuat, queremos que enseñen inglés y computación’, decían los papás”, comenta el investigador y lingüista Jorge Lemus. En 2010, la Cuna Náhuat abrió sus puertas a niños en edades de entre tres a cinco años, hijos o nietos de hablantes del náhuat con el propósito de reivindicar la lengua materna.

Este centro de estudios está ubicado en el municipio de Santo Domingo de Guzmán, Sonsonate, a 73 kilómetros de San Salvador. El proyecto busca la conservación de la lengua pipil a través de un relevo generacional. “Continuamos con las clases, y la gente vio que, a raíz de la Cuna, comenzaron a venir otros proyectos, la comunidad se dio a conocer”, comenta Lemus, fundador de la Cuna Náhuat y director ejecutivo del Proyecto de Revitalización del Náhuat, que impulsa la Universidad Don Bosco.

Ejemplo del éxito del proyecto es que los niños que de aquí pasan al complejo escolar obtienen mejores resultados académicos, porque ya han tenido la oportunidad de desarrollar sus habilidades psicomotoras. Por eso, las expectativas de éxito escolar son mayores que las de un niño que no ha pasado por la Cuna. “Les preparamos para el éxito escolar, esta es una ganancia extra”, sentencia Lemus.

Tradición. Santo Domingo de Guzmán es un pueblo con una fuerte herencia indígena. Durante generaciones sus habitantes se han dedicado al trabajo de la alfarería de barro. Acá uno de los niños de la Cuna Náhuat representa a un tlameme con su cacaxtle.

Actualmente, se atienden 35 infantes, quienes aprenden a desarrollar sus habilidades psicomotrices. El sonido de sus cantos y voces en una lengua nada común resaltan en las silenciosas calles del municipio tras un mural de calles empedradas y casas coloniales que se desvelan al paso de un jinete y su caballo.

“Al niño se le enseña a autodeterminarse como indígena para que, cuando llegue a su edad adolescente, no se avergüence de sus raíces, sino que lleve una identidad, sepa qué es, de dónde viene”, argumenta Rosario Álvarez, directora de la Cuna.

Las profesoras son mujeres indígenas hablantes del náhuat, a quienes se les refiere con el título de nanzin tamatxtiani (maestro). “Ellas son señoras que no fueron a la escuela, pero tienen la sabiduría de haber criado y educado a sus hijos. Es una reivindicación de la mujer indígena. Pasaron de ser alfareras, amas de casa, a maestras”, agrega.

La mayor amenaza para la extinción de la lengua náhuat es la no continuidad de la enseñanza en primaria y los grados siguientes. No se contempla en el plan de educación. Nada ni nadie garantiza la conservación de esta. Pero, el canto de aquella marimba de meninos seguirá resonando en el tímpano de quien alguna vez los escuchó cantar, gritar o hablar en náhuat: la lengua que agoniza, pero se niega a morir.

Inclusión. En Cuna Náhuat dan clase mujeres nahuablantes. Este proyecto también les ha dado a ellas la oportunidad de obtener ingresos por medio de un empleo estable.

Avances. Los niños que se integran a Cuna Náhuat tienen mayores oportunidades de obtener resultados positivos cuando pasan al sistema escolar en educación primaria. Desarrollan habilidades psicomotoras.

Cuna Náhuat
Sin seguimiento. No hay manera de garantizar la continuidad del náhuat. Los niños de esta guardería no van a seguir familiarizados con el idioma cuando pasen a primaria. Se requiere de más esfuerzos en otro nivel para seguir con el aprendizaje.
Personal. El fundador de Cuna Náhuat, Jorge Lemus (centro); y su directora, Rosario Álvarez, posan con las maestras del proyecto, mujeres nahuablantes, a quienes se les conoce como nanzin tamatxtiani, maestras.
Contraste. El calzado de moda contrasta con el colorido de huarachas hechas a mano.

Tradición en tiempos modernos. Este municipio poco a poco trata de revivir sus raíces, su lengua y sus costumbres en un mundo cada vez más invadido por la modernidad. La foto con el celular tras el desfile de parvularia para el 15 de septiembre es una mezcla de ambas corrientes.

Desde pequeños. Los niños que asisten a esta institución tienen entre tres y cinco años; la mayoría es de ascendencia indígena.
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