De cuentos y cuentas

El moribundo

Cada día es más común que las víctimas de la delincuencia y de la criminalidad sientan que deben tomar la justicia por su cuenta. La población, harta de ser víctima, celebra a quienes logran defenderse y aplaude la muerte de los delincuentes.

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Periodista

Que hubiera tráfico pesado no nos pareció extraño. Es lo común en esa zona, a esa hora. Lo que sí nos llamó la atención fue ver cómo un bus se subía a la acera. “¿¡Huy!, y eso? ¿Habrá chocado?”, nos preguntamos. Pero no, no era un choque.

Cuando el bus pasó y los carros de adelante avanzaron, nos dimos cuenta de que todos trataban de rodear algo. “¡Ay!, quizá es un atropellado”, dijimos.

Unos segundos después, lo vimos: el muchacho estaba tirado en el pavimento, en medio de un charco de sangre que fluía en un pequeño hilo hasta la cuneta. A su lado, una agente policial estaba parada, como vigilando. Al frente, otro agente desviaba el tráfico.

Lo vi de cerca, quizá demasiado. El hombre agonizaba. Su cuerpo temblaba con ese rictus involuntario que solo había visto en videos. Me impactó que estuviera allí tirado y nadie hiciera nada, que yo misma no pudiera hacer nada.

La escena quedó allí, a pocas cuadras de casa. Al llegar seguía pensando en aquel cuerpo, en la sangre, en la soledad de su agonía. Media hora después, se escuchó la sirena de una ambulancia. Ojalá llegue a tiempo, pensé.

Más tarde leíamos la noticia de un presunto asaltante que había muerto cuando una de sus víctimas sacó su pistola para defenderse y le disparó en la cara. La nota estaba acompañada por la fotografía de la escena, justo la que habíamos visto antes, pero acordonada.

El supuesto ladrón, decía la nota, usaba una pistola de juguete para amedrentar a las personas. El reporte indicaba que había quedado allí, a media calle, y que le habían encontrado dos teléfonos celulares de poco valor. Agregaba que el hombre murió al instante.

***

Cada día es más común que las víctimas de la delincuencia y de la criminalidad sientan que deben tomar la justicia por su cuenta. La población, harta de ser víctima, celebra a quienes logran defenderse y aplaude la muerte de los delincuentes.

En un sistema en el que hay poca o nula confianza en las autoridades, y mucho dolor y cansancio por la inseguridad, no es extraño que se vitoree a los grupos de exterminio o que se aplaudan las propuestas de aprobar la pena de muerte.

Este mismo sistema, que con pobreza, marginación y falta de oportunidades sigue produciendo delincuentes, hace que soñemos con eliminar ese “producto”.

Ojalá entendamos que es necesario cerrar esta fábrica, a través de mayor equidad, desarrollo, educación y humanidad, en lugar de enfocarnos en erradicar, con más violencia, lo que mana de esta.

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