Árbol de fuego

El fútbol ya no es el de antes

No solo se trata de talento innato ni corpulencia física, sino de jugadores con un proceso de formación, rigurosos entrenamientos y normas. El academicismo sobre la generación espontánea.

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Periodista y comunicador institucional

El domingo 14 de septiembre de 1997 me enganché para siempre al fútbol. Ese día, mi papá me llevó –cinco horas antes que iniciara el partido– a ver a la selección salvadoreña comandada por el serbio Milovan Ðoric. Era la eliminatoria para el mundial de Francia 1998 y, a mis recién cumplidos 10 años, era todo un acontecimiento. No sabía mucho del deporte, pero la tarde fue una fiesta de principio a fin. Una goleada sobre Canadá que mantenía vivas las esperanzas de asistir a la copa del mundo. Y con uno de los estandartes anotando el primer gol de aquel juego: Nildeson Silva de Mello, “Nenei”.

El brasileño naturalizado salvadoreño hizo pedazos a la defensa canadiense. Dejándolos en velocidad, enganchando, en el desmarque. Era talento innato. Aquella tarde sobre el césped del Cuscatlán, con el cabello teñido de azul y blanco como un guiño a su desparpajo, “Nenei” parecía incontrolable para los defensores. Algo así era también afuera de la cancha para el entrenador de la selección. Milovan y “Nenei” habían tenido varios cortocircuitos por asuntos disciplinarios. El serbio encarnaba la seriedad y el respeto a las normas, De Mello era la picardía y la creatividad absoluta con la que se etiquetó al fútbol latinoamericano.

Romper un sistema con un regate. Dos formas de ver el juego. Por supuesto que no fuimos al mundial de Francia, donde los anfitriones se quedarían con el título liderados por Zidane y Thierry Henry. De eso ya pasaron 20 años, pero es una postal que se repitió hace una semana con un nuevo título del equipo francés. Ahora, con otra generación de futbolistas. Francia vuela alto en el fútbol mundial. Ha jugado tres finales –la mitad– de los seis últimos mundiales. Con su segundo trofeo, muchos parecen querer restarle mérito porque en su plantel hay una mayoría de jugadores de ascendencia africana. Una cuestión ridícula y racista. Lo que sí remarca el triunfo francés es el éxito del Instituto Nacional de Fútbol Clairefontaine y otras 11 academias de élite en todo el país, un sistema supervisado por la Federación Francesa de Fútbol (FFF).

No solo se trata de talento innato ni corpulencia física, sino de jugadores con un proceso de formación, rigurosos entrenamientos y normas. El academicismo sobre la generación espontánea. Eso hace que el fútbol latinoamericano parezca cada vez más lejos del pináculo de un mundial. Eliminados antes de lo acostumbrado. El fútbol ya no es el de antes en el que muchas veces bastaba la genialidad. El juego lo ganan los que tienen las mejores academias. Thierry Henry y Kylian Mbappé son solo dos generaciones que pasaron por Clairefontaine. Disertando en sus clases sobre filología romana y lo que ocurría en la arena del coliseo, el escritor Rafael Rodríguez Díaz nos decía que los futbolistas de la actualidad eran como los gladiadores. “Muchos los ven como modelos, quieren ser como ellos”, sostenía. Era 2007 y en las calles de la ciudad abundaban las camisetas de Ronaldinho.

El brasileño quizá fue de los últimos herederos de la magia que identificó al fútbol de América Latina por décadas. Porque incluso Lionel Messi, la última gran esperanza argentina, ya fue educado por los catalanes de La Masía, el centro de formación del barcelonismo. Lo escribió Leonardo Faccio en su libro sobre el jugador: “Messi es la habilidad desfachatada del potrero argentino contenida por el rigor académico del F. C. Barcelona. El crack que nació en un país hecho por líderes caudillos hubiese tenido otro destino sin la crianza de un club que apostó por la democratización de la pelota. Entre delanteros que defienden y defensas que atacan”.

Al final, el estilo de Milovan Ðoric, que volvió a Serbia y trabajó con las divisiones inferiores de su país, se ha impuesto.

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