Árbol de fuego

Desmemoria nacional

Repercusiones más allá de lo que presupuestaba quien ideó la nota. En El Salvador pocas cosas parecen importan menos que la historia sobre los orígenes del Estado y su formación.

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Periodista y comunicador institucional

Fue el lunes, 15 de septiembre de 1879. Hace 139 años que se entonó por primera vez el himno nacional. El Salvador aún estaba en ciernes. La mañana de aquel día, sus propios autores lideraron el estreno público. El poeta y veterano militar de la guerra contra los filibusteros en Nicaragua, Juan José Cañas, autor de la letra, fue parte del acto en el Palacio Nacional. Los alumnos de los colegios y las escuelas de San Salvador habían ensayado por tres meses la letra escrita por Cañas. El general migueleño sumó un éxito más a su estandarte. A la mayoría pareció agradarle el himno, incluido al presidente de la república, Rafael Zaldívar, quien le había encomendado la misión de elaborarlo junto al músico napolitano Giovanni Aberle. Debió de ser un alivio. Los dos habían pasado largas jornadas de trabajo en la casa de Cañas en Santa Tecla.

A muchos puede parecernos una efeméride más entre tantas. Tan lejana a nosotros (en mi familia, aún faltaban seis años para que mi tatarabuela, Juana Ramírez, naciera en la misma Santa Tecla) y que no viene al caso. Es más, el debate sobre los símbolos patrios estaba fuera de foco hasta que un canal local realizó una especie de “tiro al plato” con los alumnos de un centro escolar en Mejicanos. Un hecho que ha originado diversos puntos de vista. Hay quienes han señalado la flagrante falta a la LEPINA por parte del medio, otros se han encargado de enfatizar la falta de conocimiento de los símbolos patrios de los estudiantes y hay quienes, ya en búsqueda de responsables, achacan a los profesores de la carencia de fervor de las nuevas generaciones en el marco del 197.º aniversario de independencia de Centroamérica.

Repercusiones más allá de lo que presupuestaba quien ideó la nota. En El Salvador pocas cosas parecen importan menos que la historia sobre los orígenes del Estado y su formación. Algo que es generalizado en la sociedad y que no se limita a las escuelas. Muchas veces los niños son el reflejo de los padres. Pero no solo se trata sobre los símbolos patrios, sino de recoger la historia del país. Saber de dónde venimos. Asumir las falencias de las generaciones que nos han precedido (no idealizar nada) y las nuestras. Saber que el progreso no se circunscribe a obras de infraestructura como carreteras, sino que avanzar en el desarrollo humano del país. En ese sentido, El Salvador llegará más que abollado al bicentenario.

Ha llovido mucho desde que Juan José Cañas y compañía entonaron el himno nacional por primera vez. Un hombre que también estuvo presente cuando se izó por primera vez la actual bandera nacional, el 15 de septiembre de 1912. Cañas encarnó a la primera generación de poetas de la república. Afortunado de ser más recordado por las letras que escribió que por actos militares. Era invitado a declamar en actos oficiales, como cuando se inauguró el primer tramo del ferrocarril en el país, de Acajutla a Sonsonate.

Pero los 15 de septiembre no solo han sido actos protocolarios y desfiles. Un viernes, el 15 de septiembre de 1882 se celebró una velada lírico literaria de la sociedad La Juventud de San Salvador, como lo retoma la acuciosa investigación presentada en el libro “El cielo de lo ideal”, de Ricardo Roque Baldovinos. En la reunión participó Rubén Darío, quien gozaría de la amistad de Cañas, y otros poetas locales. Uno de ellos Francisco Castañeda, quien expuso: “La fisonomía moral de los pueblos, su verdadera grandeza, se mide no por sus artefactos y adelantos materiales, sino que, por su intelectualidad, por los sentimientos que los dominan, por el espíritu que los inspira”.

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