Carta Editorial

Se repiten los caudillos entronizados que buscan quedarse con el poder para siempre y, de ser posible, hasta heredarlo.

Ya se cuentan más de 60 muertos y casi una veintena de desaparecidos y Nicaragua sigue volcada en las calles. Desde la primera sesión de la mesa de diálogo, un estudiante universitario marcó el tono de las demandas. Quieren que cesen los actos violentos de los cuerpos de seguridad y que el matrimonio de Daniel y rosario Ortega deje los cargos de presidente y vicepresidenta de la república.

Nicaragua no se va a detener. Cada una de las protestas convocadas ha contado con más participantes. Los Árboles de Vida, un ornamento de metal y luces colocado en las principales vías de todo el país y que se han convertido en símbolo del poder de Rosario Ortega, siguen cayendo al suelo entre el alborto de las turbas. Uno de ellos, se cobró la vida de un documentalista guatemalteco. La violencia es siempre una opción lamentable, tras lustros de contenida frustración, la calle se ha convertido en ese lienzo en el que ahora se dibuja un punto de quiebre.

¿Cómo se vive el caos desde lejos? Miembros de la comunidad nicaragüense radicada en El Salvador explican qué es vivir desde lejos estos cambios trascendentales. Algunos de ellos han viajado a sus ciudades de origen exclusivamente para poder ser parte de las marchas y dejar en claro un punto: que hay unidad y que no habrá retroceso.

“La historia de Nicaragua se repite”, dicen con frecuencia los entrevistados en este reportaje. Y sí, se repiten los caudillos entronizados que buscan quedarse con el poder para siempre y, de ser posible, hasta heredarlo. Pero, también importante es que se repite la respuesta coordinada de unos habitantes capaces de colocar un límite y decir “hasta aquí”. Con el dolor de las muertes y las desapariciones a cuestas, Nicaragua no se va a detener en este proceso con el que busca, una vez más, alcanzar democracia.

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