Carta Editorial

La inversión en cultura es lo que hace la diferencia entre quienes buscan el desarrollo de una manera equitativa y los que solo quieren respuestas inmediatas que se puedan traducir en unos cuantos votos.

La frase que titula la entrevista de Roberto Salomón guarda una enorme sabiduría. Acá la gente valiosa puede poner todo su esfuerzo y comprometer hasta la vida por abrir una brecha. Pero ese trabajo no alcanza a cumplir con todo su propósito si no vienen más a aprovechar para pavimentar y dejar habilitado un camino que sea transitable para la mayoría.

Pese a los grandes sacrificios de tantas personas como Salomón, el teatro sigue andando por veredas rústicas en este país. Una tragedia, si se toma en cuenta que a El Salvador hace rato le urge encontrar vías de expresión que contribuyan al entendimiento colectivo.

Y no es solo el teatro. La cultura en general se toma como una inversión accesoria, como algo de lo que se puede prescindir. Cuando, en realidad, la inversión en cultura es lo que hace la diferencia entre quienes buscan el desarrollo de una manera equitativa y los que solo quieren respuestas inmediatas que se puedan traducir en unos cuantos votos en las siguientes elecciones.

En esta entrevista, realizada por la periodista Valeria Guzmán, se ve a un Salomón que, sin salir del teatro, lanza un certero análisis de una de las deudas más sensibles durante toda la historia de este país: educación.

Esta carencia es la que pone en un contexto desolador su frase sobre los tractores, la brecha y el pavimento. Sin quitarle a la educación el candado de poder adquisitivo bajo el cual está en la actualidad, difícilmente habrá gente que pueda saber qué hacer para que las primaveras que encienden los revolucionarios acaben siendo cambios que se instalen y hagan mejor la vida para las mayorías.

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