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Miguel Martínez [email protected]

Presunción de inocencia

Quiero referirme a la opinión de Mariana Belloso que tituló “Las culpables”, en la que señala el calvario vivido por una doméstica que fue acusada de ladrona y enviada a una cárcel de nuestro país. Me impresionó su frase de que “como sociedad somos especialistas en señalar, acusar, juzgar con rapidez y facilidad”, quejándose de que el debate sobre la presunción de inocencia se ha tardado mucho. Sobre esto último quise escribir hace mucho tiempo. Desde cuando presentaban a los reos sin camisa y empujados frente a las cámaras y los reporteros de diversos medios. Me preguntaba si dentro de los que presentaban ante las cámaras no irían algunos inocentes que estaban sufriendo, porque fueron capturados y estigmatizadas ante la población. Recordé cuando con los jóvenes estudiantes abordábamos el tema de la presunción de inocencia, y concluimos que era injusto que presentaran a los reos como que si ya fueron juzgados y declarados culpables. Lo peor es que no escuchaba a mi alrededor ningún comentario negativo al respecto. Creo que es porque la gente lo toma como normal. Entendemos que la presunción de inocencia que aparece reglada en la mayoría de sistemas constitucionales, y consecuentemente desarrollada por sistemas procesales penales, no fue un principio creado por una tratadista en particular, sino más bien su origen se remonta a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, promulgado por la Revolución Francesa de 1789. En nuestros días, el tema se llevó a discusión cuando una organización académica se quejó de la exhibición de unos abogados, no obstante, que antes habían pasado por las cámaras y los reportes periodísticos gente común que luego era liberada por falta de pruebas. Al respecto, he de apuntar que cuando alguien es liberado se suele culpar al abogado que llevó el caso, pero se olvidan de que si la Fiscalía y la Policía no presentan pruebas contundentes, los indiciados tienen que ser liberados. Mientras tanto se ha violado la presunción de inocencia y, como dice Mariana, nunca pueden quitarse el mote de ladrón, extorsionista o violador. Pero la presunción de inocencia no es compatible con las mentiras que utilizan muchos encausados en su defensa e incluso en sus negativas a declarar, dándose la paradoja de que muchos políticos procesados por corrupción exigen presunción de inocencia, demostrándose previamente que han mentido en forma reiterada. Así las cosas, los políticos con pruebas inequívocas de corrupción deben ser apartados de la política, sin dar pie a que se refugien en vericuetos procesales que se eternizan, obstaculizando las leyes.

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Julio Roberto Magaña [email protected]

Afrenta a la castidad


Cualquier actitud de enfrentamiento o forma indebida de proceder ante una mujer es violencia contra ella, violencia de género construida desde las prácticas machistas patriarcales enquistadas en una repulsiva cultura, donde sucede por complacencia y plena impunidad, ¡cómo indigna el testimonio de Victoria! En esta segunda entrega de Valeria Guzmán, “Las mujeres violadas de un país que no protege ni medica”, la periodista expone la afrenta a la castidad que sufren las féminas ante los atropellos de la barbarie desenfrenada. Es vergonzoso que El Salvador tenga una de las tasas más altas de violaciones sexuales, especialmente en rostro de mujer joven, y el agresor sea en la mayoría de casos residente en los mismos hogares o gente de “confianza” de la familia agredida. Las secuelas de estos infamantes actos son de considerables consecuencias, marcan la vida de la víctima para siempre, volviendo su sexualidad incolora e insípida en contraposición a la libertad sexual, entendida esta como el hecho de que es la mujer la única y absoluta dueña de su cuerpo. Esta arista de la ola delincuencial, de las más severas entre las atrocidades, debe ser un punto focal, pues en principio es la fuerza bruta frente a la ternura que las mujeres merecen. Luego aparecen los contagios y embarazos no deseados, cual atentados contra la vida de la infortunada víctima. La piedra en el zapato de los problemas de violencia es la falta de educación, aunque también suceda entre académicos que no aprendieron a equilibrar sus emociones. Igualmente el tema de la sexualidad debe tener rigurosos controles, el machismo debe ir camino a su extinción. Eso de que las mujeres deben hacer todo lo que el hombre dice es irreverente en los tiempos actuales. También eso de que las mujeres sean sometidas por el “poder” a modelos preestablecidos de relación sexual como leyes inmutables de la naturaleza es una imperdonable aberración, porque considera a las mujeres como objeto y no como personas dignas; aparte del abuso de violentarles su voluntad y su paz emocional, desconocen que la democracia familiar es un método que debe iniciarse en el hogar. Suena bien que haya organismos en defensa de las mujeres, pero queda mucho por hacer para ir desinstalando la maldad en mentes psicópatas y evaporar las aciagas experiencias que han vivido muchas mujeres por el hecho de serlo. Como corolario, recordemos a Perales cuando canta: “A ti mujer, no importa quien seas, ni de donde vengas”… ¡denúncialos!

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Rutilio López Cortez [email protected]

Mujeres marginadas


En la revista de este pasado domingo, dos piezas llamaron mi atención: la columna de Mariana Belloso y el reportaje de Valeria Guzmán, en donde narran el calvario que sufre la mayoría de mujeres en nuestro país y, por qué no decirlo, en todo el mundo. La violencia que sufren las mujeres es una enfermedad que nos está carcomiendo. Eso que dificulta el paso de las víctimas para sobrevivir, levantar cabeza y tener la firmeza de decirlo, como el relato de “Victoria”. Nadie la quiso ayudar y quizás en estos momentos esté recordando la cara de los salvajes que la violaron y que desde ese día le cambiaron su vida y hasta el domicilio. Hoy es una víctima como muchas otras que deambulan en el olvido de esta cultura machista. Por esta razón hacen falta hombres que crean en las mujeres, para que cuando quieran atacar a una mujer piensen que es como si los estuvieran atacando a ellos. Es conveniente que los medios de comunicación junto a los poderosos se atrevan a asumir responsabilidad. Como ejemplo menciono que los Acuerdos de Paz fueron escritos totalmente en masculino, literal y simbólicamente hablando, a pesar de la presencia de más de una mujer en las comisiones negociadoras y firmantes de estos, por esta razón la población civil femenina que colaboró con el FMLN no fue específicamente tomada en cuenta en los Acuerdos de Paz, lo que implicó que la mayoría quedaran tras la guerra sin recursos para su supervivencia. La mayoría de mujeres estaba en desventaja frente a los hombres, pues las políticas económicas y sociales no ofrecían escenarios para superar la desigualdad e inequidad que son la diferencia entre ambos géneros. Por esta razón a la mujer se le ha ubicado en un segundo plano, marginándola y excluyéndola de cualquier expresión cultural y étnica donde pueda participar, demostrar su capacidad en todas las áreas y predominar con ese 52.51% del total de habitantes de este país.


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Séptimo Sentido

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