Lo cultural para después
Ni los bienes culturales escapan a ser objeto de saqueos en nuestro país, eso así ha sido siempre desde tiempos pretéritos, pero en esta época ya no es válido que personas espurias estén cerca de las pocas cosas de valor que nos han ido quedando. Leer la reseña de Valeria Guzmán donde se reconoce que se han perdido diversas piezas en las instalaciones del MUNA no deja de desconcertar, puesto que la identidad cultural es un conjunto de elementos que pertenecen a toda una población y que nos permiten ser únicos en el mundo como parte de ella y nos vuelve diferentes por el sentimiento de pertenencia. “La inseguridad privada de SECULTURA” es el título del reportaje al que aludimos, que lleva implícita el clamor de la precaria seguridad para esa dependencia del Estado. Los hurtos de piezas arqueológicas y la muerte del hipopótamo solo nos encienden las alarmas para caer en la cuenta de la deficitaria seguridad que se le brinda a los bienes resguardados. La misma Secretaría de Cultura encargada de no menos de siete dependencias ha estado en dificultades internas en los últimos años y aún no se ve mucha normalidad en su funcionamiento. Para asegurar los pocos bienes culturales que aún existen se tendría que pensar en crear una “policía cultural” preparada especialmente para esa función, con capacitación específica y actitud agresiva en el buen sentido de la palabra, de lo contrario la huella digital que permite identificarnos, saber quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos, siempre estará en ausencia de garantías confiables para su custodia, como lo ha estado hasta hoy. Para el caso, las atribuciones definidas del Museo Nacional son administrar, promover y proteger la colección de objetos creados por culturas ya extinguidas pero que son legado patrimonial al futuro sin fin, son reliquias arqueológicos que además deben servir como material didáctico para que las nuevas generaciones conozcan la identidad y diversidad cultural como procesos sociales de etnias y grupos humanos antepasados como sello característico que identifica a un pueblo y nos vuelve impares en el mundo. Además ya no es tiempo de estar dejando lo cultural para después como ha sido costumbre, tenemos que aprender a ser celosos con lo que genuinamente nos pertenece. Indudablemente que el acervo cultural al que nos referimos es de mucha responsabilidad y está necesitando una cura intensiva como impulso de cambio histórico.