Buzón

La corrupción es una enfermedad terminal que condena a las sociedades que la toleran a vivir pobres, disminuidas, subdesarrolladas, estancadas.

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Cuentas claras

La corrupción es una enfermedad terminal que condena a las sociedades que la toleran a vivir pobres, disminuidas, subdesarrolladas, estancadas. El Salvador, por desgracia, marcado históricamente por la desigualdad socioeconómica, padece ese mal desde siempre, volviéndose intenso y palmario en las últimas décadas, diezmando así los ya magros recursos dedicados a la inversión pública para paliar las necesidades de la población.

Moisés Alvarado, con sus pesquisas en torno del tema, revela esta vez en “Las millonarias empresas que cambian en una oficina” los “paraísos fiscales intramuros” que han formado argollas sedientas del tesoro público. Algunos de nuestros gobernantes han sido hábiles, menos estadistas, para depredar erarios, lo demuestran las artimañas en la desviación de fondos que se le investiga al expresidente Saca, quien articuló una cadena de la maldad entre sus mismos funcionarios y allegados. Es evidente que no solo en movimientos indebidos de fondos hay corrupción, también existe en funcionarios que los utilizan para viajar, pagarse campañas electoreras o congraciarse con criminales. Las mismas tretas están presentes entre algunos empresarios que las utilizan para evadir o eludir el pago de impuestos al fisco dejando las finanzas del país en números rojos, la violación de leyes laborales, la venta de productos vencidos y otros mecanismos fraudulentos.

Los mandos medios y las instancias de más abajo también han aprendido esos malabarismos vergonzosos, de esa manera no hay dinero que alcance al país para salir adelante. El fenómeno de la corrupción constituye una vulneración a los derechos humanos por cuanto que generalmente entraña una violación del derecho a la igualdad ante la ley y, por supuesto, a los más elementales postulados de una incipiente democracia como la nuestra. Hay instituciones como Corte de Cuentas de la República y el Tribunal de Ética Gubernamental que no contribuyen al combate del flagelo que ya se percibe institucionalizado, pues en vez de revelar, esconden, y en vez de investigar, protegen. Con ese látigo a las finanzas oficiales, el país ha ido bajando en la calificación, quedando varios puntos abajo en el ranking evaluativo, alejado de los países donde hay menos percepción de corrupción y más cercano con los que se colocan como más corruptos. Al final, la mala administración de los recursos de un país es el aspecto principal tomado en cuenta por los cooperantes internacionales. Solo con cuentas claras y ciudadanos satisfechos podemos caminar hacia la paz y la democracia.

Julio Roberto Magaña
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No se vale

A uno le gustaría pensar que de verdad el tiempo de desfalcar el erario público se les acabó a los políticos de turno, porque en eso se puede pensar al leer el tema de la semana pasada sobre la investigación de las empresas que estaban todas en una sola oficina. Pero al mismo tiempo, uno se acuerda de que ya ha habido otros casos en los que la razón y la lógica han asistido a la Fiscalía General de la República e igual ha perdido los casos.

Entonces, hay alguna esperanza y alguna compensación en el hecho de que los acusados están ya en la cárcel, detenidos, y aunque salgan con alguna sentencia favorable, ya pasaron un su rato allá, donde debe estar todo aquel que hace algo en contra de todos. Porque no se vale estar robándole a un país tan sufrido y tan pobre. Encima para algo tan cutre como un tipo de enriquecimiento vulgar, lleno de lujos huecos y sin nada que aporte educación o la elevación del espíritu, pero claro, no se puede esperar nada más de las personas con tan poca conciencia que pueden robar al que no tiene.

Cristian Salazar
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Todos necesitamos ayuda emocional

Jacinta Escudos nos trae a cuenta el déficit que arrastramos en materia de salud mental en nuestro país. Si de hacer un estudio se trata, es un rubro no atendido en materia de salud. ¿Quién no ha sido afectado por alguna causa? Desde la década de los ochenta, damos traspié por toda la cadena de desgracias sufridas y a cada salvadoreño nos corresponde llevar cada uno nuestras cargas emocionales, sean familiares o laborales. Basta solo ver en la calle cuando nos trasladamos a nuestros hogares y vemos los desequilibrios en el tráfico debido algunas veces a la recarga laboral de tareas que se ha vuelto una moda de explotación moderna para generar más ingresos a los patronos con la consabida consigna de que lo que hacemos no es suficiente. Desde ese momento comienza una cadena de desequilibrio en que, muchas veces, los resultados son de violencia emocional que afecta en la productividad. Por esta razón tenemos elevados índices de violencia y agresividad que los manifestamos de diversa forma en la calle, hogar u oficina.

Las empresas no deben subestimar al exigir a sus empleados metas difíciles de cumplir. Los policías son los más afectados por las exigencias del trabajo que realizan y algunos transgreden las normas involuntariamente todo por salvaguardar su vida y la de su familia, que muchas veces reside en zonas dominadas por maras.
Todos necesitamos apoyo en término de salud mental por los diversos males que nos aquejan, como la injusticia laboral, impunidad de leyes y no dejar por fuera nuestra clase política, que ha perdido el beneficio de servir por lo cual fue elegida.

Rutilio López Cortez
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