Buzón

La semana pasada el periodista Héctor Silva comentó severamente sobre algunas falencias del sistema electoral en lo relacionado con candidatos ya inscritos para participar en la próxima contienda electoral de alcaldes y diputados.

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Cuestionamiento a los políticos

La semana pasada el periodista Héctor Silva comentó severamente sobre algunas falencias del sistema electoral en lo relacionado con candidatos ya inscritos para participar en la próxima contienda electoral de alcaldes y diputados. Concluyó diciendo que siempre tenemos la opción de no votar por ellos. Coincidente con sus declaraciones, quisiera agregar que a estas alturas es evidente el rechazo de la población a los partidos tradicionales, a algunos candidatos y a nuestro sistema electoral. Sin duda, un factor de peso para esa actitud es la falta de confianza en los partidos, los candidatos y para cierto sector de la población, en el trabajo del TSE. Sabemos que si no se confía en los que tienen la responsabilidad de representar a la población y se evalúa mal su trabajo, poco interés existe en participar en su elección. En lo respectivo a la autoridad electoral, recordemos que según las últimas encuestas, casi 8 de cada 10 salvadoreños afirmaron tener poca o ninguna confianza en el Tribunal Supremo Electoral.
A lo mejor la anterior actitud de la población estaría motivada porque la política ha estado en manos de personas que se han apropiado de los puestos de representación popular por muchos años con el objeto de defender posiciones tradicionales, sean de izquierda o de derecha, y que se niegan a ceder los puestos a políticos más jóvenes y que han abrazado otra forma de hacer política. Algunos jóvenes han sido incorporados a sus agrupaciones, pero en general, siguen los principios de las cúpulas tradicionales. Es tal el rechazo al evento que un sector importante de la población se ha negado a cuidar urnas el día de la votación. Algo que no es un buen indicio, al punto de que muchos críticos opinan que la fiesta electoral podría convertirse en un evento frustrante, y que no deja de ser criticable exigir al ciudadano el cumplimiento de su deber cívico, cuando alcaldes, diputados, funcionarios y partidos políticos no han respondido a la población acerca de sus exigencias.
Como mis comentarios pueden ser mal interpretados, debo apuntar que el objetivo de llamar la atención a la clase política, como salvadoreño que quiere a su país, es en aras de que se mejoren en cada elección las actitudes de quienes tendrán en sus manos la dirección del país. Deseo unas elecciones exitosas, y que los resultados sean para bien del país y no de las personas.

René Alberto Calles
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Suplicio sin final

Nuestro país es pequeño en territorio, pero es un infierno grande el que se vive. El arraigo de la violencia trastorna la vida de los salvadoreños, especialmente, la juventud honrada que ve amputadas sus esperanzas de futuro ante la demencia de los grupos criminales. Ante tan cruel realidad, a las familias solo les queda la opción de partir a otras latitudes, y sufrir toda clase de atropellos en la ruta de la desesperación. Irse de su patria bajo el manto del miedo cerval no es lo mismo que el migrante económico que va en busca de mejorar sus condiciones monetarias. El primero solo busca un lugar seguro para resguardar su vida y la de su familia. El estatus de refugiado se le concede a quien compruebe que su vida corre peligro en el país de origen y que el Estado no hace nada para protegerlo. En muchos de los casos no aplica, y la seguridad de la gente se ve de nuevo complicada en sus intentos por salvaguardar su integridad.
“Violencia lanza a salvadoreños a vivir calvario en Costa Rica” es el relato del suplicio sin final que sufren las familias emigrantes que no comprueban los requisitos legales para optar a un asilo. Un total de 1,500 paisanos nuestros llegaron a Costa Rica el año anterior, obligados por motivos de extorsión, amenazas de muerte, inseguridad, reclutamiento forzoso y secuestro, son razones contundentes que esgrimen los ciudadanos de otros países que intentan reconstruir su vida y recuperar lo perdido en su propio país. A pesar de los impedimentos, en algunos casos para la legalización, Costa Rica lleva a cabo proyectos para la inclusión social y económica para las personas refugiadas a fin de que puedan conseguir trabajo y mejorar su calidad de vida. Lo mejor que es un país en superiores condiciones con una institucionalidad que sí funciona, es el único en Latinoamérica que tiene un sistema cuasi judicial para ese fin. Un municipio libre de violencia es una comunidad donde se han unificado esfuerzos para la paz, se han creado oportunidades y no solo represión, es lo que han hecho las autoridades locales de Arcatao, San José Las Flores, Perquín, San Lorenzo, Ojos de Agua, entre otros.
Si algunos alcaldes han podido lidiar con ese monstruo, que se asomaba a sus territorios, otros por el contrario se dieron a la tarea de “pactar” por votos y ahí tenemos lo que ya conocemos.

Julio Roberto Magaña
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De un lado a otro

Las migraciones en nuestro país no son un fenómeno coyuntural, ya que han permanecido por un buen tiempo y están transformando regiones con todas las implicaciones generadas por los desafíos de las malas políticas públicas y privadas.
Este tema está íntimamente implicado con la vigencia de los derechos humanos sobre la condición de los ciudadanos que viven diversas situaciones de riesgo. Nuestro país no es la excepción por las enormes diferencias económicas que afectan la estructura del mercado de trabajo. Y es por esta razón que no es difícil entender que los que viven en miseria arriesguen ese nada que tienen con la esperanza de sobresalir en otra sociedad que se percibe como de abundancia ante los ojos de los extranjeros.
Hoy en día existen muchas razones para migrar partiendo del hecho de que no solo los pobres migran, ya que también lo hacen jóvenes con nivel medio y superior de educación. Migran por falta de oportunidades de empleo, y si lo hay, es esclavizante y explotador por los horarios que deben aceptar, incluso sabiendo que violan el Código de Trabajo. En el reportaje del domingo, “Violencia lanza a salvadoreños a vivir calvario en Costa Rica”, se muestra todo el sufrimiento de los connacionales que por la violencia imperante huyen. Mientras les autorizan el asilo, quedan en el limbo para su manutención, y esto sucede en Centro América, y puede suceder en otros países, como los árabes, con quienes somos disímiles en cultura. El gobierno de turno no ha logrado recuperar algunos de los bastiones de las pandillas y las autoridades hacen esfuerzos. Pero no tienen el acompañamiento del Órgano Judicial, ahí donde justifican que los capturados no ameritan detenciones y salen libres a continuar en lo mismo. El ACNUR realiza esfuerzos para ejecutar medidas que refuercen políticas de integración para que a los que soliciten asilo les agilicen la documentación, y puedan enrolarse en los sectores laborales .

Rutilio López Cortez
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Séptimo Sentido

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