Buzón

Innovación La agricultura debería ser una actividad prioridad desde la óptica de cualquier Gobierno, pues de su impulso depende que todos tengamos la alimentación a tiempo y con precios razonables; importar lo que se puede producir acá resulta inusitado para un país que aunque pequeño en territorio es explosivo en población. Pero además, los productores […]

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Innovación

La agricultura debería ser una actividad prioridad desde la óptica de cualquier Gobierno, pues de su impulso depende que todos tengamos la alimentación a tiempo y con precios razonables; importar lo que se puede producir acá resulta inusitado para un país que aunque pequeño en territorio es explosivo en población.

Pero además, los productores agrícolas son cada vez menos. Las nuevas generaciones ya no quieren seguir la tradición familiar. En torno a este fenómeno, Thomas Malthus con su argumento del aumento aritmético de los alimentos y el crecimiento geométrico simultáneo de la población humana sugirió con ahínco, desde el siglo antepasado, políticas de controles del crecimiento demográfico, previendo un futuro incierto para sobrevivir.

“Una canasta contra la desigualdad” es la investigación que nos comparte Valeria Guzmán, donde queda demostrado que una comunidad organizada en equipo puede realizar un proyecto de cultivos agrícolas orgánicos con procedimientos técnicos, y lograr la soberanía alimentaria de las comunidades, que al final también coadyuva en los índices de pobreza. La canasta campesina es un concepto donde tanto productor como consumidor forman una red de producción y comercialización anticipada de productos frescos sin irrespeto al medio ambiente y con espíritu solidario. La estrategia lleva como oferta a un grupo voluntario de consumidores una variedad de productos agropecuarios frescos originados en una agricultura orgánica diferente a la forma de compra-venta tradicional, pretendiendo además que esta innovación en sinergia se convierta en un enlace solidario entre consumidor y pequeño productor en base con las necesidades comunes entre las dos partes. Esto sin duda persigue fomentar la soberanía y seguridad alimentaria para el desarrollo sostenible de las comunidades, con el plus de promoción del turismo rural.

En esa ruta está el proyecto de Comasagua auspiciado por varias ONG, FUNDESYRAM es una de ellas. Esa práctica permite que los consumidores sean socios estratégicos, a quienes no solo se les venden vegetales y hortalizas sanas, sino además el concepto asociado al desarrollo comunitario. Las réplicas de la modalidad no se han hecho esperar, pero al final son las instituciones competentes las que deben fomentar su expansión para incrementar las bondades del proyecto. “Nosotros comenzamos sin saber nada de producción de hortalizas orgánicas, nos dedicábamos más a maíz y frijol, así que uno de los beneficios favorables ha sido el conocimiento”, ha dicho uno de los involucrados. Fuera loable que cada municipio se iniciara al menos con un proyecto.

Julio Roberto Magaña
[email protected]


Los agricultores merecen buen trato

Me da gusto leer sobre cómo las mujeres en el campo van cambiando sus vidas. A mí me indigna mucho que cuando hay campaña los políticos se den golpes de pecho haciéndose pasar por rancheros o campesinos y nunca han agarrado un machete para limpiar el terreno o no tienen ni la menor idea de la época para sembrar. Solo se ponen a fantasear, porque piensan que el campo es eso que se mira en los comerciales con el amanecer dora do y el café humeante. Trabajar en la tierra es de las cosas más duras que se puede hacer; y eso no sería malo si por lo menos lo pagaran bien.

Pero a los ‘bichos’ de hoy ya no les interesa ir a partirse el lomo para ganar unos cuántos míseros centavitos. Además está que trabajar la tierra es fregarse el cuerpo con pesticidas; o sea, en el campo la gente se muere por trabajar para ganar una miseria. Así que cuando leí sobre el proyecto de mujeres que venden su producto a un precio justo y en condiciones que no las maltratan me animé. Me llené de esperanza porque sí se puede tratar bien a las personas que, como dicen en el editorial, nos proporcionan comida y comida de la que es sana, cultivada con amor, no solo por salir del paso con los proveedores en cantidades masivas. Está bueno por ellas y por las familias.

Ojalá el proyecto se mantenga a lo largo del tiempo y logre tener otras sucursales en otro lados y no solo en Comasagua. Los campesinos de El Salvador lo merecen.

Cristian Salazar
[email protected]


 

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