Buzón

De inútiles cambios de nombres Interesante relato que hace Jacinta Escudos en la edición dominical de Séptimo Sentido en torno de las pretensiones de cambiarle nombre a lugares de nuestro territorio, específicamente se refiere a la Puerta del Diablo, pero además prolonga su compendio hasta los corazones fermentados que originan el estado de cosas en […]

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De inútiles cambios de nombres

Interesante relato que hace Jacinta Escudos en la edición dominical de Séptimo Sentido en torno de las pretensiones de cambiarle nombre a lugares de nuestro territorio, específicamente se refiere a la Puerta del Diablo, pero además prolonga su compendio hasta los corazones fermentados que originan el estado de cosas en el desconcierto social que nos asedia. En su aporte “El diablo violador de los derechos humanos”, la escritora rememora, entre mitos y realidades, los conatos pasados por cambiarle nombre a un lugar turístico tan peculiar como es la Puerta del Diablo, sin que ello tenga la suficiente sustentación para hacerlo.

Muy cierto, la perversidad está muy bien instalada en la mayoría de corazones del colectivo social y no solo por el crimen cotidiano, sino también por los comportamientos de algunas personas en la calle, en el tráfico y en muchos lugares, lo mismo que en algunos funcionarios que algún día se les confió un cargo y con sus actitudes, que no encajan con el compromiso de servir honestamente, nos han desencantado. Se advierte por doquier la descomposición moral por la ausencia de valores en un segmento de la población, con los malos ejemplos en los encontronazos que a diario observamos por los desbordamientos irracionales de emociones y que, cuando eso emana de ciertos personajes, es un mal ejemplo para las nuevas generaciones.
Eso, combinado con el terror cotidiano, es factor destructivo en el cuerpo y es lo que tenemos que cambiar porque permite el aumento de la morbilidad humana. Basta ver cómo la sociedad salvadoreña enferma para caer en la cuenta de que todos los dislates que a diario sobrevienen afectan la salud de las personas y, como reza el artículo, “nadie ni siquiera menciona la afectación de la salud mental”, sabiendo que esta incluye bienestar emocional, psíquico y social. Su discordancia perturba la forma de cómo pensamos, sentimos y actuamos y es lo que la realidad nos demuestra.

Los galenos griegos decían “donde sufre el espíritu, sufre también el cuerpo”, porque es lo que abre la puerta del descontrol físico. El atiborramiento en que se mantienen los centros de atención hospitalaria en busca de salud son signos de la desatención que existe, específicamente en salud mental de los pacientes.

Como corolario, debemos reivindicar que cualquier cambio de nombre en una reliquia de nuestro acervo cultural solo es posible con la venia expresa de la ciudadanía.

Julio Roberto Magaña
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Una contribución sobre los sanperfectos

La columna de este domingo “Sanperfectos”, de la periodista Mariana Belloso, nos atañe a todos los que nos inculcan que debemos ser mejores en todo. Debido al sistema de vida adoptado que llevamos, se nos dificulta manejar con un tráfico vehicular asfixiante, en el que todos queremos ser primeros en avanzar y, por esa razón, en algunas ocasiones algunos manifiestan la violencia desde que salen de su casa o trabajo. Dada nuestra cultura de “chivazos”, vemos día a día a los que piensan que sobresaliendo en todo son mejores. Debido a algunos exabruptos se han generado muertes violentas. Ahí es donde resultan culpables y señalados como infractores de la ley. Para muestra, tenemos las actitudes de algunos microbuseros. Es un mal endémico que nuestras autoridades no han logrado corregir, son las autoridades respectivas las que deben establecer agentes de Tránsito para corregir a los que infringen la ley al sobrecargar las unidades. De nada sirve que haya teléfonos para denunciar atropellos si no hay un control sobre ellos. Los empleados se creen los dueños de las unidades.

Otro detalle que abona al desorden vehicular son los vendedores ambulantes, que se toman la calle con o sin la complacencia de las autoridades. Al que reclama lo escapan a linchar. San Salvador proyecta un mensaje permanente de hostilidad e inseguridad que adoptamos como subcultura, nos dejamos llevar por “las leyes de la costumbre” que se han impuesto junto a la contaminación visual, el ruido y la delincuencia.

El respeto al derecho ajeno se ha enajenado por el desorden que generamos. En vez de restar, sumamos adeptos. Debemos contribuir a mejorar cada día. Los cambios se percibirán a futuro y seremos ejemplo para nuestros hijos y la comunidad donde vivimos.

Rutilio López Cortez
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Una iniciativa que está entre lo mejor

El artículo donde se cuenta cómo los muchachos escriben sobre sus vivencias me pareció de lo mejor. Pocas iniciativas son tan extraordinarias. No pude evitar acordarme de Eduardo Mendoza, Premio Cervantes de Literatura. Una novela suya, “Tres vidas de santos” (que, por cierto, no se refiere en modo alguno al santoral católico), habla de un reo condenado que acude a clases de literatura en la cárcel y, después de un cierto tiempo, ha sido capaz de leer toda la biblioteca del centro. Su profesora de literatura, escéptica como pocas, no puede creerlo. No voy a relatar la novela que, como muchas de Eduardo Mendoza, es genial. El preso termina siendo un escritor famoso. Ojalá estos muchachos, a través de la escritura y la lectura, puedan volver a la sociedad como hombres de bien. Mil aplausos a estas iniciativas que tanto se necesitan.

Manuel Muñiz
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