Argentina alumbra movimiento global contra feminicidios

A la luz de mujeres como Eva Perón o de colectivos como las Madres de Plaza de Mayo, un grupo de profesionales se apropió de un verso de un poema dedicado a la masacre de Ciudad Juárez -de la escritora mexicana Susana Chávez, asesinada en 2011- para hacerlo bandera y pancarta. Así nació Ni Una Menos, un movimiento que ha puesto nombre y rostro a la violencia de género.

Fotografías de AP
Desde la educación. Las demandas de Ni Una Menos van desde la elaboración de estadísticas oficiales y la protección de víctimas hasta la inclusión de la temática de la violencia contra las mujeres en programas escolares.
Huelga. Este año Ni Una Menos ayudó a organizar
la primera huelga general de mujeres el 8 de marzo en
coincidencia con el Día Internacional de la Mujer,
que tuvo adhesión en varias decenas de países.

En vísperas de la Nochebuena de 2011, Maira Maidana le prendió una vela a la santa patrona de Argentina, cerró los ojos y rezó, tal como lo hacía cada vez que temía una golpiza de su pareja.

Pero esta vez, a diferencia de los golpes habituales, sintió que todo su cuerpo ardía. Cuando se dio vuelta, él la estaba mirando con una botella de alcohol en la mano. En llamas, Maidana corrió hacia tres grifos, pero no salió ni una sola gota de agua.

Después de 59 cirugías, Maidana tuvo el coraje de contar la verdad sobre lo que le pasó aquella noche y había callado durante años. Se lo debe al movimiento civil Ni Una Menos, que ha movilizado a cientos de miles de personas en Argentina contra la violencia de género desde 2015 y se ha extendido rápidamente por todo el mundo.

“Con Ni Una Menos las mujeres ya no se ocultan”, afirma Maidana, quien tiene cicatrices en el cuello y el pecho y habla en susurros a causa de las quemaduras. La mujer, de 29 años, marchó durante la última manifestación a principios de este mes en Buenos Aires, sosteniendo con orgullo una fotografía de ella misma con el torso quemado y la frase “A pesar de todo”.

“Antes las mujeres no hablábamos, no contábamos. No sé si era miedo o vergüenza. O sentir que la justicia no te ayudaba”, reflexiona Maidana. “Me gusta que se muestre, que se abran los ojos, que lo vean todos”.

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Solo en 2016 se registraron 254 feminicidios en Argentina, según un reporte de la Corte Suprema de Justicia difundido a finales de mayo. Esto significa que una mujer es asesinada cada 34 horas en el país. En 60 de los casos había denuncias previas por violencia.

Maidana temía que algún día su pareja intentaría matarla.

 

Se conocieron en 2003: él tenía 14 y ella un año más. La primera vez que le pegó fue en 2005. Estaban bromeando con compañeros de escuela y él se puso celoso. Después de clases, le dio un puñetazo en la cara. Al otro día ella fue a la escuela con un ojo morado. Una amiga le aconsejó que lo dejara porque, si lo perdonaba, se iba a poner peor.

Tenía razón. Durante los siguientes ocho años la golpeó regularmente, salvo cuando estuvo embarazada de sus dos hijos, Áxel y Nicole. Consumía drogas y solía regresar a casa borracho.

Cuando sus hijos eran pequeños presenciaron las peleas. Dejaba que descargara su furia sobre ella para que después no los lastimara a ellos. Cuando entendió que ella ya no lo amaba, amenazó con suicidarse. Un día tomó un cuchillo de la cocina y se cortó las muñecas enfrente de los pequeños.

“Tenía asco, bronca, pero sobretodo, miedo”, recuerda Maidana. “El miedo no me dejaba pensar, reaccionar, liberarme, pedir ayuda, escaparme”. El día que le prendió fuego, ella había estado ayudando a su madre en los preparativos para la fiesta del cumpleaños 17 de su hermano. Maidana estaba ansiosa por estrenar un vestido blanco que había escogido con su pareja.

Pero cuando él regresó a la casa estaba borracho y sin ánimo de ir a la fiesta. Ella le insistió, le contó lo duro que había trabajado todo el día en los preparativos. Apenas llegaron a la celebración, él comenzó a quejarse de que su vestido era muy corto. Estaba celoso y con ganas de pelear.

A mitad de la fiesta él quiso irse. Ella accedió para evitar una escena frente a su familia y amigos. Llamaron un taxi y regresaron a casa con sus dos hijos. Cuando llegaron, él le pidió a su hermana que encerrara a los niños en un cuarto y comenzó a gritarle a Maidana.

La discusión subió de tono. Él la amenazó con abandonarla. Por primera vez después de años de soportar sus palizas, Maidana lo enfrentó y le dijo que se fuera. Se sentía fuerte.

Pero eso no duró mucho.

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Una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia psicológica o física, según Naciones Unidas. En la mayoría de los países menos del 40 % de las víctimas buscaron ayuda.

En Argentina se cometieron 2,384 feminicidios entre 2008 y 2016, según la Casa del Encuentro, una asociación por la defensa de los derechos de las mujeres. No son las cifras más altas de América Latina, pero los casos han tenido un aumento constante en los últimos años, dice Ada Rico, presidente de esa organización.

La cultura machista es todavía fuerte en Argentina, donde las mujeres sufren acoso callejero con frecuencia. En 2014, cuando era el alcalde de Buenos Aires, el actual presidente Mauricio Macri dijo en una entrevista que a todas las mujeres les gusta que les digan qué buen trasero tienen. El comentario le valió duras críticas y desde que fue electo en 2015 se manifestó a favor del Ni Una Menos y de mayor protección para víctimas.

Después de decirle a su pareja que se fuera de la casa, Maidana se quitó el maquillaje. Luego, con las manos temblorosas, prendió una vela en un pequeño altar con la imagen de la Virgen de Luján. Eran las 2:45 de la madrugada.

De repente sintió calor.

“No sabía qué estaba pasando, estaba en llamas”, recuerda.

Desesperada, corrió al baño y abrió la ducha. Luego el lavamanos. Nada. Llegó a la cocina. No salió una gota de agua por ningún lado. Él había cerrado antes las llaves de paso.

Estuvo en llamas durante algunos minutos que a ella le parecieron horas. Finalmente corrió al jardín y se zambulló en la piscina de plástico para niños con agua sucia. Sintió como si ardiera por dentro.
Minutos después, él le dijo que el agua había vuelto. Maidana tomó una ducha. Las cenizas de un vestido floreado -que solo usaba para dormir porque a su pareja le parecía demasiado escotado- se habían fundido en su pecho carbonizado.

 

El agresor no quiso llamar a una ambulancia, pero aceptó dar aviso a la policía. Cuando los oficiales llegaron a la vivienda, él les dijo que era un vecino.

Maidana fue trasladada a una pequeña clínica donde perdió al conocimiento. Dada la gravedad del caso fue trasladada a un hospital especializado para tratar las quemaduras. Ahí estuvo internada durante cuatro meses, mientras su mamá Olga cuidaba a sus hijos.
Un día el padre los retiró del colegio y se los llevó con él. Después de 10 meses y con ayuda de un abogado, Maidana recuperó a los niños.

A causa del ataque tiene cicatrices en el pecho y partes del rostro pese a una docena de cirugías e implantes de piel. Perdió la mayoría del cabello, la audición en el oído derecho y la visión en el ojo izquierdo. Bajó 30 kilogramos, a la mitad de su peso habitual. Su garganta resultó severamente dañada, lo cual le dificulta hablar.
Tuvo que aprender a comer y caminar de nuevo con ayuda de su mamá. Por temor a que lastimara a sus hijos, Maidana nunca denunció a su expareja ante la justicia. En vez de eso, le contó a su familia y a la policía que ella se derramó alcohol y se prendió fuego.

Sus padres nunca creyeron la versión del intento de suicidio. Pero Maidana mantuvo la misma historia hasta la marcha de Ni Una Menos.

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En un país con un movimiento feminista poderoso y con una tradición de mujeres luchadoras como Eva Perón y las Madres de Plaza de Mayo, Ni Una Menos se gestó a partir del encuentro de una veintena de periodistas, intelectuales y artistas, algunas con militancia en el feminismo, que se sintieron interpeladas por una serie de brutales feminicidios a principios de 2015. El nombre lo tomaron de un poema sobre la masacre de mujeres en Ciudad de Juárez, de la escritora mexicana Susana Chávez, asesinada en 2011.

Primero organizaron una lectura pública de textos sobre violencia de género, con la participación de familiares de víctimas. Pero cuando Chiara Páez, una adolescente de 14 años embarazada, fue asesinada por su novio y hallada enterrada en la vivienda de la familia del asesino, ellas dijeron basta.

La primera convocatoria a protestar llegó de un tuit de la cronista radial Marcela Ojeda: “Mujeres todas, ¿no vamos a alzar la voz? Nos están matando”. El mensaje se replicó por miles e inspiró la primera marcha el 3 de junio de 2015.

Las organizadoras pensaron que sería pequeña. Pero ese día miles inundaron las calles de 70 ciudades de Argentina exigiendo que dejaran de asesinar a mujeres. La protesta mereció amplia cobertura de los medios de comunicación, que a partir de entonces tomaron la violencia de género como un tema central de su agenda.

Maidana se sumó a la marcha frente al Congreso porque quería “sentirse viva” después de tanto dolor. Cuando advirtió la comunión entre tantos miles, desde mujeres con cochecitos de bebés, estudiantes y hasta políticos de todos los partidos, empezó a llorar. Abrazó a su madre y le dijo que estaba lista para contar la verdad.

“Tenía un dolor inmenso de ver a tantas madres, padres, amigos reclamando justicia por chicas que ya no estaban. Y a la vez estaba reclamando por mí misma, que estaba viva”, confesó Maidana.

Al otro día de la movilización, se despertó y escribió una carta de agradecimiento. “Hoy, un día después, dejé salir la angustia… Me sentí agradecida por no ser un cartel, una bandera, una foto, un nombre más. Por poder luchar por ellas. Doy las gracias a Dios por luchar y poder gritar: ‘Ni una menos’”.

Aquella marcha inicial creció rápidamente hasta convertirse en un movimiento global, con lazos en varios países de América Latina y también en Nueva York, Berlín e Italia. El astro Lionel Messi se sumó a la campaña con un mensaje contra los feminicidios en su cuenta de Twitter. Durante una visita a Buenos Aires en marzo de 2016, Michelle Obama elogió la lucha de las mujeres argentinas.

 

Este año Ni Una Menos ayudó a organizar la primera huelga general de mujeres el 8 de marzo en coincidencia con el Día Internacional de la Mujer, que tuvo adhesión en varias decenas de países, desde Tailandia a Chile y de Polonia a Corea del Sur. Al mismo tiempo, el movimiento estableció alianzas con otras organizaciones feministas, como Vivas Nos Queremos, de México. Las redes sociales han sido una herramienta central para afianzar esta comunidad global.

Las demandas de Ni Una Menos van desde la elaboración de estadísticas oficiales, la protección de víctimas y la inclusión de la temática de la violencia contra las mujeres en programas escolares. Ha obtenido algunos éxitos. Por un lado, la Corte Suprema creó un registro nacional de feminicidios. A finales de 2016 se sancionó en Buenos Aires una ley que penaliza el acoso callejero verbal o físico, mientras la marca de vestimenta deportiva Reef canceló su tradicional concurso que organiza desde hace 23 años para elegir la “mejor cola” del verano en el balneario argentino de Mar del Plata.

“El feminicidio es la punta del iceberg, no se soluciona con más policía”, explicó Marta Dillon, periodista y una de las fundadoras de Ni Una Menos. “El movimiento busca ser revolucionario. Y nos hacemos cargo de esa palabra. Revolucionar las sensibilidades y las condiciones sociales y económicas”.

Maidana dejó a su pareja en 2011, después del ataque. Todavía no ha tomado el coraje para denunciarlo ante la Policía, pero conserva en una bolsa plástica los restos del vestido de flores que usaba aquella noche y la botella de alcohol como evidencia.

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