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Aprendizajes de vida a temprana edad

La proyección por la lectura desde la institución pública, en nuestro caso, nos permite acudir a una audiencia de adultos, niños y jóvenes que acogen entusiastas las iniciativas relacionadas con el tema.

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En el año que transcurre se nos ha apoyado por televisión presentar más de 40 programas dedicados al libro y a autores nacionales, temas en los que debemos ser incansables. Estimular la lectura no solo a adultos sino a estudiantes de educación básica. Con el convencimiento de que una sociedad lectora augura una ciudadanía sensible y capaz de conocer respuestas sobre convivencia y prácticas democráticas, apropiarse del logro de ejercer el derecho a ser escuchado como participante en una democracia en construcción. Ser un sujeto y no un objeto.

La proyección por la lectura desde la institución pública, en nuestro caso, nos permite acudir a una audiencia de adultos, niños y jóvenes que acogen entusiastas las iniciativas relacionadas con el tema. Un ejemplo paradigmático sería el de la biblioteca móvil (Bibliobús) que visita comunidades en riesgo cuatro o cinco días a la semana, incluyendo sábados y domingos, según el interés de la comunidad. Después de 10 años de labor institucional, el Bibliobús visita los más apartados rincones del país, de preferencia ahí donde no llega una biblioteca o no conocen un cuentacuentos o un animador de la lectura. Alguien que les facilite leer como un momento agradable.

Otro proyecto de aprendizajes por medio del libro y la lectura es la organización de un Festival de Literatura Infantil, que cuenta con apoyo institucional, pero no podría realizarse si no hubiese una sinergia entre distintos sectores del país que se apropian de la importancia de un evento que incide, no importa si en medida modesta, al desarrollo del país. Se sabe el aporte del libro y la lectura como eje estratégico de una educación nacional.

El octavo festival se celebra esta misma semana en la Biblioteca Nacional. Aspira a favorecer a participantes invitados de acuerdo con el interés de las comunidades y de entidades que las apoyan para hacer posibles los traslados y la organización en cada localidad del interior del país para asistir a una fiesta literaria. Los participantes son de educación básica, de entre ocho y 12 años, de preferencia, que acuden a un espacio agradable bajo el lema, este año, “Por la alegría de leer”. En años pasados fue “Leer es maravilloso”.

Algunos especialistas no están muy de acuerdo con la animación de la lectura si esta es un elemento distractor; argumentan que debe irse directo al libro, sin interferencias. Pero el festival no pretende esa vía directa, sino tratar de comunicarnos con niños en diferentes modalidades que les produzcan un momento inolvidable en su corta experiencia de vida aunada a aprendizajes de excepción. Entre otras cosas, conocen a escritores nacionales y los resultados de su creatividad.

Recuerdo allá en San Miguel, en una escuela pública muy modesta, y en tiempos remotos, sin los medios de comunicación de los conocidos ahora, ni siquiera radiodifusoras, excepto porque en las seis ciudades principales del país llegaba el periódico, siempre contaban con espacios de lecturas para los menores de edad. Fue mi caso.

Recuerdo en segundo grado, bajo el calor de San Miguel, en el que no reparábamos, pues no conocíamos geografías diferentes para comparar, un maestro nos leyó “Corazón” de Edmundo de Amicis. Ahí supe que había ciudades donde existía la nieve y se jugaba con ella, mientras nosotros nos divertíamos con los aguaceros diurnos. Y algo más en primer grado, en esa misma escuela pública de San Miguel, a otro docente, quizá al director, se le ocurrió llevarnos a ver una película al Teatro Nacional (convertido en cine). Fue la primera vez que tuve la experiencia de ver una película. Y tuvo la característica, por el tema, de ser una experiencia inolvidable. El título: “Los huérfanos de Stalingrado”. Por estar en el marco de una guerra mundial, tuvimos acceso a una exhibición que quizá no era para niños, pero nos permitió conocer a edad temprana la barbarie cometida contra niños en una guerra con el protagonismo invasor de un ejército nazi. Conocí el poder de las bombas. El cine fue mi medio de comunicación más avanzado de la época.

Esa película y un año después el libro “Corazón” me ofrecieron un aprendizaje sobre el mundo. Lo importante fue la imagen y la palabra, más que un argumento que podría ser inentendible a esa edad temprana. Aunque sí, en ambos casos hubo emoción que es también elemento esencial para el aprendizaje.
“Corazón” de Amicis, publicado en 1886, me permitió saber en mi segundo grado valores cívicos, de solidaridad, me despertó sentimientos tan importantes para formar la personalidad constructiva. Porque si es desde niño, mejor. Provocar sensibilidad ante el otro, como es el caso de los cuentos “De los Apeninos a los Andes” y “El tamborcillo sardo”; o los juegos inocentes de los niños lanzándose bolas de nieve. También hay un cuento con un niño que escribe un diario donde expresa sus emociones particulares.

De “Los huérfanos de Stalingrado” nunca supe más. ¿Alguien sabe? Recuerdo que a la hora de almuerzo discutimos temas de esa exhibición con un primo que estaba en sexto grado. Supongo que me ayudó a explicar algunas situaciones sobre la primera película de mi vida, cuando apenas tenía tres meses de conocer lo que era una escuela pública que nos ofreció esos aprendizajes de variadas expresiones, con docentes que advirtieron la necesidad de leer o de comunicar elementos artísticos desde una edad temprana. Esa práctica continuó hasta llegar al séptimo grado, en el área de la música, siempre en instituciones públicas de San Miguel.

Sin duda esas imágenes en la memoria repercutieron para introducirme a un oficio de creatividad artística, pese a mis diversas proyecciones de adolescente que incluyeron fútbol, matemáticas y docencia desde temprana edad.
Nota. Dedico esta columna a quienes permitieron fundar el Festival Infantil. Cito a los que ya no están con nosotros: al poeta Ricardo Lindo y al poeta chicano que nos visitaba desde California, Francisco Alarcón. Un saludo hasta la galaxia en infinito movimiento.

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