Escribiviendo

Aldea global y nave azul

Veamos lo que escribió Walker en el diario oficial de Nicaragua, una vez que se impuso presidente por la fuerza: “Los hombres no son todos iguales. La maldita raza mestiza es la perdición de Centroamérica…”

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A propósito de la noticia bomba antiinmigrante, que llega al mismo tiempo que el huracán bomba, me llama a reflexionar, más convencido, sobre la necesidad de abonar por una cultura universal de contenido humanista. Antes lo pensé para Centroamérica, ahora extiendo la idea más allá ante el riesgo de una deformación global.
La película de Stanley Kubrick “Odisea del espacio” (2001) comienza mostrando un mono que lanza un palo al espacio, y el madero se convierte en nave espacial, una simbología de la evolución humana. También podría ocurrir una involución: la nave espacial, mono y palo desaparecen. La disyuntiva es riesgosa, cuando el poder tiene la llave de la vida planetaria.
La propuesta de enriquecer el área humanística podría verse como boutade (equivalente en español: mofa, gracejada, ocurrencia); pero el problema es que de fallar como broma lo de apretar un botón que origine una lluvia nuclear se vuelve cada vez más un peligro sicótico, una gracejada, que de fallar abriría las puertas de la desaparición humana. En estos momentos existen bombas 3,000 veces más poderosas que las lanzadas en Hiroshima y Nagasaki. Una sola es capaz de borrar un país entero. No pongo ejemplos porque parecería de mal gusto. Pero digámoslo sin ofender: toda Centroamérica desaparecería con un solo misil nuclear, y lo peor es que son indetectables. Ha dejado de ser válido que en el aire se pueden derribar con otro misil. Y hay países que tienen más de 1,000 bombas de este tipo en sus arsenales.
Yo mismo pretendí una “broma graciosa” en mi última novela publicada: “Los poetas del mal”, cuando digo que si 1,300 millones de chinos, con un salta cuerda de nailon y un reloj, saltan al mismo tiempo en caso de un misil en camino, al darse una señal sincronizada, el salto podría evitar el misil nuclear pero se desviaría nuestra bella nave azul hasta perderse en un agujero negro; en ambos casos desaparecería la humanidad; volando hacia la infinitud espacial o quedando como polvo, mas no polvo enamorado como dice el poeta clásico Quevedo al hablar de la muerte: “Serán ceniza, mas tendrá sentido/ polvo serán, mas polvo enamorado”. No seríamos polvo de amor sino de terror, pues haría desaparecer los 7,500 millones de habitantes terrestres de todos los colores de piel y etnias, toda la bella nave azul.
Ya otras veces se ha jugado con liquidar pueblos enteros, y esto no es boutade, caso de Hitler contra Europa y Estados Unidos. Su idea de superioridad racial aria costó entre 55 a 70 millones de terrestres, incalculable, entre ellos un gran porcentaje considerado inferior por el Führer.
Pero la historia tiene varios ejemplos, y solo quiero referirme a Centroamérica, que estuvo al borde de una hecatombe cultural. Nuestra región se salvó hace 163 años del exterminio por una idea providencial que apoyó la predominancia del pueblo civilizado (significado de poderoso) para someter a los pueblos atrasados.
Hace más de siglo y medio, el filibustero William Walker quiso formar una “falange americana”, como él la llamó, para apoderarse de nuestra región. Comenzó con Nicaragua e intentó seguir con Costa Rica. Walker era originario del sur de Estados Unidos. Sostenía, entre otras cosas perversas, que nuestra región era atrasada y ociosa porque necesitaba de la esclavitud para tener un desarrollo económico basado en la agricultura. Su idea era traer africanos como mano de obra esclava, pues para él la inferioridad de los centroamericanos era tanta que ni siquiera les concedía capacidad laboral. Solo en tres estados del sur: Georgia, Alabama y Mississippi había millón y medio de esclavos de África.
Esto es real. Veamos lo que escribió Walker en el diario oficial de Nicaragua, una vez que se impuso presidente por la fuerza: “Los hombres no son todos iguales. La maldita raza mestiza es la perdición de Centroamérica… el mestizo es demasiado perezoso para que (merezca) vivir” (periódico oficial El Nicaragüense, Granada). Otra idea de Walker y su “falange americana” era tener en Centroamérica una zona de reserva por estar cercana en Estados Unidos una guerra civil. Por eso su primer decreto como presidente ficticio fue establecer la esclavitud (1856); en nuestra región se había abolido en 1824. Para Walker solo existían dos razas puras: los blancos (propietarios) y los negros (esclavos productivos). Los centroamericanos éramos híbridos, es decir, mezclados, ociosos, ilegítimos.
Como podría ser lógico, la idea de la esclavitud está ligada a la economía, de modo que los sureños al defender la esclavitud, defendían su modelo económico agrícola basado en los esclavos africanos, emigrantes forzosos que traían encadenados desde África luego de ser “cazados”. (Sobre cacerías en África, leer novela histórica de Mario Vargas Llosa: “El sueño del celta”).
Era la época en que el sur de Estados Unidos se oponía al modelo industrial del norte. Esto produjo la guerra civil secesionista (1861-65), que ocasionó la muerte de 750,000, entre los dos bandos, esclavistas y abolicionistas. Los primeros se lo cobraron asesinando (1864) al líder de los abolicionistas: Abraham Lincoln después de la gran derrota sureña en la batalla histórica de Gettysburg. Donde Lincoln dio el famoso discurso que comienza así: “Hace ocho décadas y siete años, nuestros padres hicieron nacer en este continente una nueva nación; concebida en libertad y consagrada al principio de que todos los hombres son creados iguales”.
Conozco unos 15 estados de Estados Unidos y por lo menos unas 40 universidades, y jamás sentí disminuida mi hibridez lenca-pipil-iberoafro. Nunca me pidieron un documento en esas visitas (años ochenta del siglo pasado hasta 2016). Fue una gran casualidad que en mi última visita, el rector de una universidad tuvo la valentía de arriar la bandera símbolo del bando esclavista luego de permanecer izada 150 años después de ser vencidos por el norte. Como vemos la idea supremacista sigue vigente. Pero ese es otro Estados Unidos, no el de Lincoln.

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