Álbum de libélulas (177)

Listo para el viaje: Navegar en aguas marinas es siempre una experiencia en dos planos: el del agua que es presencia geográfica y el del agua que es vivencia nostálgica.

1451. LISTO PARA EL VIAJE

Navegar en aguas marinas es siempre una experiencia en dos planos: el del agua que es presencia geográfica y el del agua que es vivencia nostálgica. El aprendiz de navegante se encontraba ya sobre el muelle, como había sido su ilusión desde que vivía en una de las montañas vecinas atisbando a diario las lejanías ondulantes. Lo que aún no sabía era en cuál de aquellos navíos ordenados en fila estaba destinado a embarcar. Recorrió varias veces el conjunto, sin encontrar ningún signo revelador. Fue a sentarse en un pequeño banco desde el cual podía tener perspectiva. Iba cayendo la tarde, y como era verano las iluminaciones resplandecientes se hallaban a la orden. Él entonces entró en suspenso emocional, hasta que una gota le cayó en la frente. Era el mensaje de la primera estrella que, detenida sobre el mástil del único velero, parecía invitarlo.

1452. ELLA ESTÁ AQUÍ

No hay necesidad de inventar ninguna memoria, porque todas hallan siempre a nuestra disposición en el desván de los días pasados. Y por eso aquella memoria emergente venía acompañada por un memorándum de datos conductores. Cuando llegó a una de las puertas laterales de su conciencia no tuvo que tocar: la puerta giró suavemente como si hubiera estado esperando la visita. Lo que acababa de entrar era –por todas las señales externas— una dama antigua, de esas que aparecían en los almanaques de antaño. Él se le acercó casi con reverencia: “Bienvenida, señora, está usted en su casa”. Ella lo miró con fijeza a los ojos: “¿Entonces me reconoces?” Él esbozó una sonrisa de buen conocedor: “Quien le envió la invitación fui yo”. Ella se conmovió hasta la humedad visual: “¡Ya decía yo que sólo un poeta memorioso como tú sería capaz de llamar otra vez a su hada madrina!”

1453. EL OTRO RITUAL

El terrorismo asalta en cualquier momento como los bandidos del Lejano Oeste y como los capos de la mafia actual. Y ese sujeto apareció un día de tantos en las calles de aquella ciudad que había sido hasta entonces una especie de remanso ajeno a los trastornos del tiempo. Una bomba sin sentido destruyó la única tienda de conveniencia de los entornos; un tiroteo inesperado acabó con las vidas de unos jóvenes que acudían a un servicio religioso; en la colonia más poblada se desató un agresivo incendio a todas luces provocado… ¿Qué estaba pasando? A alguien se le ocurrió ir a consultar a una médium, que vivía en una choza cercana. “¿El terrorismo? Anda suelto en todas nuestras mentes, aunque no nos demos cuenta. Dejémoslo que salga, para que se vaya lo más lejos que sea posible. En este tiempo, esa es la principal misión de las almas que no quieren perder su identidad original”.

1454. PAZ EN EL CAMINO

Esa mujer que venía caminando en sentido contrario al suyo le produjo de pronto la sensación de ser persona conocida. Como ya sólo faltaban unos pocos pasos para que se cruzaran sus rutas, se animó a detenerse para que ella hiciera lo mismo; pero ella no pareció darse por aludida, y él tuvo que alcanzarla diciéndole: “Nos conocemos, ¿verdad?” Ella no reaccionó, sino que siguió caminando más rápidamente, como si quisiera escapar de un peligro. “Óigame, por favor, que sólo quiero salir de una duda: ¿No tuvimos usted y yo un accidente en la carretera hace algún tiempo?” Ella se quedó pensando, quizás en busca de imágenes orientadoras. De pronto algo le hizo clic. Él asintió sin decir nada más. Se hicieron una reverencia mutua y siguieron sus respectivos trayectos. Era lo más propio que podían hacer aquellas dos almas en pena luego de la colisión que les quitó la vida en este mundo.

1455. POR LA BUENA RUTA

La pureza es un invento de los dioses. “¿Y entonces la impureza qué es?” Una licencia de Dios. Ambos se rieron, celebrándose mutuamente las salidas ingeniosas. Aquella no era una pareja común: el profesor de filosofía clásica y la alumna más reciente, que quería completar su formación ya concluida con otro acercamiento a la sabiduría. Ahora estaban en un resort de montaña, por invitación de una amiga común, que se les acercaba en aquel momento. “¿Hablan de la pureza y de la impureza? ¡Ah, qué buen indicio!” Ambos se miraron, sonriéndose, sin entender la alusión. “Bueno –concluyó la amiga, indicándoles la ruta–, ahora vamos a tomar los aperitivos en la terraza que da al paisaje abierto”. Y mientras caminaban les explicó: “¿Saben por qué les hablé de buen indicio? Porque la pureza y la impureza son las dos caras del amor. ¿Entienden?”

1456. NECESARIO REAJUSTE

Regresaba ya casi de noche a su casa con los efectos corporales y anímicos de haber estado todo el día en el taller reparando vehículos de la más variada naturaleza, desde motocicletas sencillas hasta camiones pesados. Pero aquel día se tardó más de la cuenta, y su compañera de vida empezó a preocuparse, porque los riesgos de la calle no tienen límite ni control. Apareció pasada la medianoche, con signos de haber estado inmerso en alguna diversión absorbente. “¿Dónde estabas”, le preguntó sin acritud. Él sólo hizo un gesto, como si sólo quisiera irse a dormir. Ella, con sospechas normales de mujer insegura, puso cara de circunstancias y se fue hacia otro lugar de la vivienda. Él la siguió: “No vayás a pensar nada malo, Erlinda: lo que he hecho es ir a la capilla a revivir mi conciencia de mecánico, porque al final de cuentas todos somos vehículos de la Providencia…”

1457. ¿FINAL FELIZ?

Vistas desde lejos, las costas brumosas tienen el imán de los paraísos inocentes. La nave se iba desplazando frente a una de esas costas en el Atlántico irlandés, mientras la joven que acababa de embarcar se asomaba a la veranda a sentir el aliento del aire con el que tendría que convivir quién sabe por cuánto tiempo. Descendió en Cobh, pequeña comunidad de pescadores, donde iba a encontrarse con un desconocido llamado Irving, con quien había entablado relación en las redes sociales. No había nadie esperándola en el muelle de atraque, pero eso no la arredró: sabía que él vivía en una posada próxima a la costa. Hacia ahí se dirigió. Al llegar preguntó por él, pero nadie lo conocía. ¿Habría sido una broma macabra? La bruma se espesó a su alrededor. Y alguien surgió de ella: “Soy Irving, y te invito a entrar conmigo en el mundo de los seres astrales”.

1458. ESA CLARA RAZÓN

Se animó por fin a declarársele a aquella chica que no sólo rebosaba energía sino que exudaba encanto. Ella se quedó impávida, como si no fuera con ella. “No espero una respuesta inmediata, pero sí, al menos, una señal orientadora… ¿Tengo esperanza o no?” Ella, entonces, soltó su carcajada más espontánea: “¿Esperanza? ¿Pero por qué me pedís eso, cariño? Dicen que la esperanza mantiene al tonto, y vos estás muy lejos de serlo… Yo no te puedo dar esperanza: lo que te puedo dar es inquietud… ¿No te parece más divertido?… A gozar se ha dicho…”

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Séptimo Sentido

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